ARCA DE ESPEJOS – La muerte del general

AQUILES PINTO FLORES.

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Al ocaso del año se produjo la muerte del general Kjell Eugenio Laugerud García, de brillante carrera militar que culminó con su comandancia general en su calidad de Presidente de la República. Aunque, por su profesión, renuente a las actividades políticas, el signo de los tiempos aquellos lo llevó a la alta magistratura, a la que ascendió en el nudo de una grave controversia de legitimidad. Si bien su elección fue cuestionada por los opositores, un hecho es cierto: que, conforme la Constitución vigente en esa época, el Congreso de los diputados tenía la potestad de elegir entre los dos candidatos que hubiesen obtenido las primeras dos mayorías, entre las cuales no se discutió que él estuviera, pero los señalamientos fueron de ilegitimidad electoral. Sin embargo, aquí surge una gran lección: la legitimidad se gana por la confianza del pueblo y por la honorabilidad y honestidad para servirlo. Laugerud se ganó a pulso el reconocimiento de los guatemaltecos, que vieron en él un líder que podía guiarlos en una situación, quizá la más terrible —después de la guerra civil—, que tuvieron que afrontar los habitantes de este país, o sea el terremoto de l976, cuando creó la famosa frase: “Guatemala está herida, pero no de muerte”. Contrariamente, hubo presidentes que asumieron el cargo con una votación abrumadora, cuyos efectos perdieron por su desapego a las normas de la ética política, porque es una traición a la confianza popular entrar por la puerta de la pobreza y salir por el resbaladero de la opulencia personal, y porque con sus alardes demagógicos quisieron apoyarse en las masas para puro medro propio y de su clan familiar.Es oportuno recordar ahora un episodio un tanto personal, pues para quienes no lo sepan, este servidor de ustedes fue diputado al Congreso de la República (l974-78) en la época del general Laugerud, el hombre que ante el asombro de los periodistas, llamaba a cada uno por su nombre, mostrando una excepcional memoria, porque, igualmente, recordaba el nombre de cada uno de los diputados. Pero lo que vengo a recordar, especialmente para que mis paisanos enciendan siquiera una lucecilla trémula por su memoria, es que en enero de 1976, poco antes del infortunado terremoto, me dijo en su despacho: “Tengo la satisfacción de informarle que su petición de fondos para las obras que realizaremos en Chiquimula ha sido aprobada”. Demás estará explicar que tales fondos, al ocurrir el desgraciado suceso, fueron destinados para la ayuda que el gobierno dio gratuitamente y a manos llenas a tanta gente que había perdido su vivienda, a más de algún ser querido. Es innegable que acontecimientos negativos también sucedieron, como el asesinato de mi admirado amigo, casado con una chiquimulteca, el licenciado Mario López Larrave, pero, aunque usted no lo crea, hay hechos lamentables que ocurren sin el consentimiento del presidente y esto lo ignoran hasta altos funcionarios del gobierno. Yo que por varios años traté muy de cerca al general, nunca creí que fuera capaz de mandar a matar a nadie, como igualmente supongo que el general Lucas no dio la orden de asesinar a Meme Colom, pues sé de la amistad entre ambos, al extremo de que alguna vez le oí llamarle Memito. También podría asegurar que el amigo Vinicio Cerezo haya tenido qué ver con la muerte de otro común y buen amigo Danilo Barillas. pinto_flores@hotmail.com

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