ARCA DE ESPEJOSUna luz en el túnel

AQUILES PINTO FLORES.

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Al estilo del ingeniero Leonel López Rodas, en verdad que no me tiembla la mano para reconocer y aplaudir el hecho de que el Presidente Alfonso Portillo, me imagino que en su accionar como Comandante General del Ejército, haya dispuesto que los terrenos e instalaciones que detenta la Zona Militar número 302, con sede en Chimaltenango, sean devueltos a la Escuela Nacional Normal Pedro Molina.

El anuncio lo hizo el ministro de Educación en el curso de la semana pasada, provocando el regocijo de la Asociación de estudiantes Alamedinos y de los egresados del prestigioso centro estudiantil, estos últimos encabezados por el mago del pincel, Elmar René Rojas.

Si digo que los militares detentan esos dominios, es porque como ironía del destino, fue un militar, el Presidente Romeo Lucas García, quien el 23 de marzo de 1979, emitió el Acuerdo mediante el cual, el Instituto de Transformación Agraria cedía una fracción de más de sesenta manzanas de la finca La Alameda, para construir la mencionada Escuela, adscrita al Ministerio de Educación. Sin embargo, poco duró la primavera pues los militares se apresuraron a borrar con una mano lo que hicieron con la otra, ya que en 1981 ocurrió la invasión de la Escuela por parte del Ejército.

Lo curioso del caso es que merced a peticiones similares a las de ahora, el 27 de agosto de 1987, el Presidente Vinicio Cerezo Arévalo notificó a la Asociación de Estudiantes Alamedinos (firmando con su puño y letra) que las instalaciones les serían devueltas en agosto de 1988. Lo peor es que, cínicamente, calendarizaron una serie de cinco actividades previas, a cuales más prometedoras, pero no se realizó ninguna.

A estas alturas, todavía se ignora la causa por la que el Ejército desobedeció las órdenes de su Comandante General. Quiera Dios que esta triste historia no vuelva a repetirse.

A propósito de que ahora está inspirado el señor Presidente, ojalá recuerde que los chiquimultecos también esperamos que los militares devuelvan el antiguo predio de la Gobernación para edificar el Gran Centro Cultural.

Y si por buena suerte le sigue la inspiración, debiera retractarse de la descabellada medida de suprimir la frecuencia a la Radio Cultural, pues al contrario debieran de superarla con repetidoras a efecto de dar solaz a los oyentes de música clásica. Este es el momento para que dejen escuchar su protesta todas aquellas entidades y personas que se rigen conforme el concepto de que ?no sólo de pan vive el hombre?.

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