El arte no vota

AQUILES PINTO FLORES.

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Así los vemos regalando almuerzos, bolsas de víveres, vacaciones en la playa, pasteles navideños, pensiones para los abuelos y subsidios no reembolsables diz que para la educación (aunque los resultados a mediano plazo serán para la procreación, puesto que en los cálculos de los beneficiados se cuenta que por cada cabeza hay más fichas). Desde luego, este su humilde obrero de la cultura (como se autocalificaba el recordado maestro Maco Quiroa) no puede desconocer que la educación es cimiento del desarrollo y que un deber de solidaridad nos obliga a todos a tender la mano al necesitado; aunque, y esto es base moral de la caridad, se debe tener en cuenta que el auxilio se da sin esperar ni mucho menos, exigir recompensa alguna.

Parte de la inversión es, por ejemplo, el que las empresas gastan en publicidad porque ello es indispensable para una política de ventas y expansión. Pero no hay nada que justifique el gasto millonario del gobierno en publicidad, porque ello no repercute en el cumplimiento de sus deberes, que tiene que hacer por obligación y no por su liberalidad. Si el gobierno no proporciona seguridad pública, prevención contra la enfermedad o aulas para los patojos, simplemente está omitiendo cumplir con la Constitución y con el pacto social de gobernabilidad. En ninguna parte de la ley aparece que el Estado gaste dinero haciéndose propaganda de lo que le toca hacer por mandato de esa misma ley. Esto en especial cuando la campaña de publicidad está dirigida por el Abate Coles, que sólo bellezas se encuentra cuando se mira en el espejo, aunque los ciudadanos anden con la cara destemplada por las amenazas de la criminalidad.

Y es que la Constitución obliga al gobierno a invertir en el ramo de la cultura y el arte, pues ello representa la más genuina identidad de los guatemaltecos, y la mejor forma intelectual para que, como dijo un autor chapín, cada día seamos menos “bananas” y un poco más “republics”. Si no podemos exhibir un grado excelente de cultura, nos exponemos a ser vistos como salvajes, sin el matiz de civilización y de carácter. Se pensará que la cultura y el arte es obra de minorías, pero se equivocan, porque en el alma de un pueblo radica su espíritu de nación. Tal vez por ese mal cálculo de creer que el arte no es indispensable para ganar las elecciones, se les olvida que los intelectuales, en los momentos críticos de la vida social, representan la conciencia de los pueblos, pero, cuando reacciona, opta por la dignidad y no por la limosna. Viene esto a cuento porque es una salvajada reducir las asignaciones para la cultura y el arte, cuando, a la vez, se están gastando millones en una autopromoción que tiene como finalidad un evento electoral. Diferente sería que quien anda repartiendo la plata practicara la genuina caridad que predica aquello de que tu mano derecha no sepa lo que hace la mano izquierda, o, como decía el filósofo: “No hace fineza quien dice que hace la fineza”. Esperamos que este gobierno no quiera pasar a la historia como el supremo engaño que no tuvo inteligencia para combatir la violencia y que de remate intentó destruir a la inteligencia que no quiso ser sumisa.

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