PERSISTENCIA
Artes en el transcurso del tiempo
Un ostentoso, aunque muy humano narcisismo, hace que en la actualidad muchos piensen que las artes han evolucionado de manera progresiva hasta alcanzar, en los últimos años, niveles nunca antes logrados.
Y se cree, o se desea ávidamente creer, que el arte de nuestro tiempo ha sobrepasado mucho al arte que hicieron nuestros antepasados. De esta forma, se señalan, con pueril certeza, todos los errores y torpezas cometidos por quienes nos antecedieron, para luego afirmar que las artes de hoy en día han alcanzado prodigiosas metas. Se habla, entonces, de obsoleto, de fuerza de tono o fuera de moda, o simplemente se condena, en forma contundente, las antiguas creaciones, asegurando que ahora se han producido obras artísticas que nos revelan, por fin, todos los asombrosos misterios que nos rodean.
En el campo de la literatura, son escasos los escritores que se atreven a indicar la actual mediocridad, frente a la grandeza imponderable de los creadores de principios del siglo XX. Cuando se hacen ciertos señalamientos fatales, aparece, de manera instantánea, y como mecanismo de defensa, la palabra “superado”. No es raro escuchar luego frases que interrogan y dictaminan en tono magistral: “Pero, ¿en qué época está usted?… Chaplin, Kafka, Proust, Freud, Picasso… ya han sido superados. ¿Por qué no se pone al día? Sin embargo, al ponerse uno al día, sufre un considerable bajón que le sacude de triste manera el alma. Porque resulta que ninguno de estos genios mencionados ha sido, en absoluto, superado, y sí totalmente incomprendido por tibias mentalidades que no han logrado acercarse a las temibles alturas de sus inmensas creaciones. Que jamás podrán volar tan alto porque carecen de alas.
Hay quienes consideran que Shakespeare es un escritor romántico e idealista y, por lo tanto, sutilmente telenovelesco y crudamente reaccionario. Olvídense a los grandes trágicos griegos. Borrados, en gran medida, de la mente de los lectores actuales, por creerlos vetustos, muertos, totalmente enterrados.
Hispanoamérica sufre fuertemente de esta terquedad. Y se ha llegado a un lavado de cerebro tal, que se niega u olvida a los poetas y narradores de la primera mitad del siglo XX, para exaltar únicamente a la marabunta de narradores actuales, diciendo que han conquistado el mundo y que por ellos Hispanoamérica y su inmenso drama humano están siendo conocidos y reconocidos. Se olvida que esto lo hicieron ya Neruda, Vallejo, Gabriela Mistral o, yendo más lejos, Rubén Darío. Poetas todos, que no narradores. Pero en la actualidad se piensa que la poesía es algo obsoleto y que lo único que pega es la narrativa. Claro que “pega” en plena cara a aquellos que consideran que la poesía es, ha sido y seguirá siendo el género literario por excelencia y que la narrativa tiene validez únicamente en cuento se torna poesía.
En semejante situación, aquellos que se apartan de algunos de los actuales, por considerarlos menores, y otorgan dedicación y entusiasmo, por ejemplo aun Eustasio Rivera, son vistos con resquemor y sospecha por la nueva ola de escritores (viejos o jóvenes) que desean estar al día. “Quieren regresar al pasado”, dicen sagazmente; “no han leído nuestra actual literatura y son unos ignorantes”, murmuran; “no comprenden nuestros problemas de índole eminentemente sociológica”, dictaminan de manera implacable.
Claro que hay quienes no saben callar y hablan más de lo debido. Pero no hay cuidado, pronto sus palabras son borradas por la celeridad de los que se han especializado en la actual literatura hispanoamericana, plagada de enanos que se colocan zancos de la moda y tiran por la borda a los grandes maestros del pasado y aún del presente.
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