La barbarie por causas deportivas
Aunque son acciones plausibles, no son suficientes las declaraciones de rechazo del presidente Otto Pérez Molina, los comunicados de las directivas de los equipos y la presencia de los jugadores blancos en el velorio de su seguidor asesinado debido a la cobardía de maleantes. Es necesario emprender más investigaciones y, en base a ellas, decidir cambios y tomar medidas para cortar de tajo las acciones que tienen como resultado la proliferación de actos violentos dentro de los estadios, pero también en las afueras de las instalaciones deportivas.
El Gobierno debe investigar la relación existente entre personas de alguna manera vinculadas con la instigación a actos violentos en el deporte, a causa de la manera como en algunos programas radiales se transmiten mensajes que convierten a los aficionados a otros equipos en enemigos a quienes hay que destruir. En este campo, las estaciones de radio deben establecer normas para evitar que exaltados seguidores puedan hablar. Este tipo de mensajes violentos no están protegidos por la libertad de expresión, sino constituyen de hecho una apología o incitación al delito, lo cual está prohibido por la ley.
Los equipos deben iniciar una campaña de concientización acerca de lo que es el futbol realmente: un juego, una confrontación deportiva en la cual habrá ganadores y perdedores, no victoriosos y vencidos, y en la cual los errores arbitrales también son parte que puede ser importante. Las directivas deben tomar distancia de los grupos violentos integrados por delincuentes en potencia que sacian sus bestiales instintos con el pretexto de una derrota.
Las autoridades policiales tienen en las recomendaciones de la Fifa un listado de qué hacer, porque lamentablemente este tipo de violencia ha ocurrido y ocurre, con los ejemplos más claros en los ahora controlados hooligans ingleses y las aún activas barras bravas argentinas. Nunca había sucedido esto en el país, y por ello es un mal que debe ser extirpado. El futbol nacional simplemente tiene poco nivel, y cada vez es menor la cantidad de aficionados, lo cual solo podrá empeorar si además existe riesgo de muerte a causa de bandas delincuenciales que actúan con el pretexto de ser fanáticos deportivos. No solo la familia del joven Díaz García está de luto. También lo están el deporte y, en general, el país. Por eso hay una obligación de crear una unidad de criterio y de acción para desanimar y capturar a estos asesinos potenciales.