PERSISTENCIA
Borges y la filosofía occidental
Los críticos de la obra de Jorge Luis Borges no le dan mayor importancia a Borges como filósofo, y estudian únicamente, al poeta y al narrador.
En el ensayo De las alegorías a las novelas (inserto en su Nueva antología personal), se vislumbra a un Borges pensador profundo que resume, en pocas páginas, la preocupación de la filosofía occidental. Esto es, el enfrentamiento entre “idealismo” y “realismo”, a los que él nombra, respectivamente, “realismo” y “nominalismo”.
Según Borges, la filosofía platónica no es “idealista”, sino “realista”. Platón y los platónicos, observa: “intuyen que las ideas son realidades”. Además, su Universo “es de algún modo un cosmos, un orden”. Lo cual equivale a que las “ideas” se vean representadas de manera concreta.
Para aclarar este concretismo de la ideas, Borges recurre a la literatura, en donde se presentan las “alegorías”. Así, acudiendo a Croce, se establece que “el supuesto símbolo” (=lo concreto) es la exposición de un concepto abstracto”. En otras palabras: se da lo concreto (=imagen) más de lo abstracto (=idea) unidos por la mente del creador.
Bástenos el siguiente ejemplo que da Borges al referiste a lo real concreto, en La divina comedia: “Dante, guiado por Virgilio, llega a Beatriz”. Ello representa el siguiente símbolo: el hombre, guiado por la razón, llega a la fe. En esta forma, de lo concreto o real, se llega a lo abstracto o simbólico. O, al decir de Croce, citado por Borges: “por un lado puede expresarse el símbolo y por otro, la simbolizada”. Con la definición de la “alegoría” se nos ilumina cómo lo concreto va enlazado íntimamente con lo abstracto.
Partiendo de ese concepto de “alegoría” se puede entender que, para Borges, los “arquetipos” platónicos son realidades concretas. Pero, al mismo tiempo, son la síntesis concreta que encierra y contiene la totalidad de cada ser. Lo real para Platón es el arquetipo hombre (=humanidad).
Frente a este realismo platónico, según Borges, se encuentra el “nominalismo” de Aristóteles. Para este, lo real, lo que existe, es el individuo, cuyo nombre puede ser Juan, María, etc. Que en ningún momento es “arquetipo”.
Quizá el ensayo De las alegorías a la novelas es donde Borges expone con mayor exactitud su inclinación hacia el “realismo” platónico que, oponiéndose al “nominalismo” aristotélico, sostiene la “doctrina de los universales” o ideas generales como realidades en sí, representadas en arquetipos o modelos eternos. De allí se desprende que las cosas individuales son simples imitaciones con sus limitaciones imperfectas, sombras de una realidad única y perfecta.
Borges lo aclara más: “para el realismo lo primordial eran los universales (Platón diría las ideas, las formas; nosotros, los conceptos abstractos), y para el nominalismo, los individuos”.
El “realismo” y el “nominalismo”, afirma, “corresponden a dos maneras de intuir la realidad”. Aunque él, Borges, se inclina a intuirla a la manera platónica, al negar al individuo hombre y exaltar al arquetipo humano. Es lo eterno universal que se opone a lo individual temporal.
Bajo el signo de la filosofía “realista”, platónica, gira toda la obra de Borges. Por ello no es extraño que se niegue a sí mismo como individuo: “Yo he sido Homero; en breve, seré nadie, como Ulises; en breve, seré todos, estaré muerto”. Es, en la muerte, en donde recupera su identidad, al pasar a ser parte de la idea abstracta de “hombre”, que encierra, no al individuo, sino al arquetipo, a la “humanidad”.
Releamos su Poema de los dones bajo estas luces:
“Al errar por las lentas galerías / suelo sentir con vago horror sagrado / que soy el otro, el muerto, que habrá dado / los mismos pasos en los mismos días. / ¿Cuál de los dos escribe este poema / de un yo plural y de una sola sombra? /¿Qué importa la palabra que / me nombra /Si es indiviso y uno el anatema?”.
(los subrayados son míos).
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