CATALEJO
Burlas, letales armas populares
DESDE TIEMPOS INMEMORIALES, la burla y sus parientes —el sarcasmo, la ironía, la chanza—, han sido algunas de las armas populares más contundentes empleadas por los pueblos en contra de los gobernantes. La historia está llena de ejemplos del uso de la tecnología como forma de expresar de manera irredenta y muy efectiva las respuestas anónimas de quienes de cualquier manera se sienten imposibilitados de manifestar en forma distinta su rechazo a las tropelías de cualquier tipo. Primero fueron los escritos en las paredes, y esta forma ha permanecido a pesar de esa tecnología de avanzada. Han sido y siguen siendo formas de expresión de mensajes de contenido políticos, casi siempre inmersos en la crítica sobre aspectos sociales y económicos.
LA IMPRENTA FACILITÓ la expresión de estos mensajes y la difusión en países o ciudades distintas. Las caricaturas en cualquiera de las representaciones de la prensa escrita desde hace un par de siglos son fuentes de temor para las clases dominantes, pero esto se ha potencializado con la llegada de las redes sociales, cuya principal diferencia es romper las barreras geográficas de manera instantánea. Esto convierte a los mensajes críticos en una arma política de destrucción masiva, por decirlo de alguna manera. La importancia de los personajes en el contexto mundial provoca una mayor cantidad de críticas presentadas en esta forma, y en ese aspecto los llamados “memes” se han convertido en una forma feroz e implacable de difundir la burla.
POR APARTE, QUIENES OCUPAN puestos de primer orden en el mundo, necesitan de una serie de reacciones entre los ciudadanos comunes y corrientes. Puede ser el respeto, y eso es lo ideal, pero este no se logra en todos los casos y en todo el tiempo. Puede ser el temor, y este es el engendro de los dictadores. Puede ser el desprecio, o el desdén, y esa es la semilla de la indiferencia. Pero cuando es la burla, es decir la intención de poner a alguien en ridículo como consecuencia de sus errores y sus muestras de incapacidad, el efecto resulta ser demoledor. Esto se multiplica cuando se pueden traspasar las fronteras porque el receptor tiene una importancia mundial. Quien recibe burlas justificadas no puede pedir luego ser tomado en serio.
ESTOS PENSAMIENTOS, CREO, están justificados debido al caso actual del presidente estadounidense Donald Trump. De todas partes del mundo, literalmente, y de su propio país se ha desatado una interminable colección de mensajes en su contra, tanto por su pensamiento como por su modo de vida, criterios, posiciones políticas. Son críticas serias, dirigidas al cerebro de quienes las leen. Pero conforme pasan las horas en los pocos días siguientes a su toma de posesión, los mensajes de burla y de sarcasmo han crecido en forma aún mayor y a causa de ello la figura de la presidencia de Estados Unidos se está convirtiendo en alguien a quien no se le puede tomar en serio, o se debe pensar siempre en nuevas razones para provocar burla.
LOS ESTADOUNIDENSES TIENEN derecho a criticar a su presidente. Es parte del juego. Sin embargo, a causa de ser quien es y aunque no exista ese derecho en el resto del mundo, los ciudadanos de este planeta tampoco tienen motivo para renunciar a la expresión de sus sentimientos respecto a alguien cuyas decisiones afectarán y ya están afectando a millones de inocentes. Es un asunto lamentable cuyo efecto alcanza al país entero, incluyendo el sistema de elecciones por el cual llegó a la presidencia aunque su contrincante tuvo tres millones más de votos. No es cuestión de alegrarse porque no es alguien con quien solo se puede estar de acuerdo en poquísimos temas, sino de alarmarse porque la reacción ante él sea la carcajada o la sonrisa burlona.