REFLEXIONES

Buscando lo esencial

En la Semana Santa vale la pena recordar lo fundamental del mensaje de Jesús para todos nosotros los creyentes, y en este sentido me trae a la memoria una reflexión que hacíamos con Leonardo Boff durante su última visita a Guatemala, en la que mencionaba un trabajo suyo denominado “el mínimo de mínimos”. En esta reflexión, Boff nos decía que el planteamiento más fundamental de la FE cristiana lo sacaba de dos temas de lo que era innegablemente un pasaje histórico textual de Jesús contenido en la oración que nos trasladó del “Padre Nuestro”. Boff dice “El inicio de la oración se puede dividir en el reconocimiento de la existencia de un Dios único al que se le identifica como Padre, que existe en forma real y por consiguiente se le encuentra en el cielo y en todas partes. Lo segundo es que a Dios se le identifica como alguien cercano a nosotros, del cual todos derivamos y compartimos su existencia; por consiguiente, somos parte de Él y es en esa cercanía y familiaridad que se le identifica como Padre. El primer llamado es a vincularnos más en esa relación de afecto que se convierte también en alabanza con el “santificado sea tu nombre”.

A partir de esa alabanza reconocemos que el proyecto general de Dios es la construcción de su Reino y cuando invocamos a que venga a nosotros ese Reino estamos reconociendo que el mismo se construye desde este momento y con nuestras obras de cada día y que no es algo de la otra vida, por eso el imperativo “buscad primero el reino de Dios y su Justicia”. Es pertinente reflexionar que a pesar de todas las cualidades maravillosas que debe tener el Reino de Dios, la que destaca en el evangelio es: su Justicia.

Después pasamos a la invocación de “danos hoy nuestro pan de cada día”, que también debe entenderse en dos vías: es apelar a Dios que nos ayude en la protección y sostenibilidad de la Vida, ejerciendo el Derecho a la alimentación, que implica también contar con trabajo, educación y salud, y la otra connotación más relevante aún es la espiritual, pues el pan de cada día es la Eucaristía misma con la que Jesús quiso compartir su existencia humana con futuras generaciones, alimentando la vida a partir del sacrificio de su vida misma y esta eucaristía compartida la establece precisamente Jesús en la última cena del Jueves Santo con sus apóstoles.

Por último, el Padre Nuestro nos lleva al mensaje final de Jesús, que es el Perdón de Dios a través del sacrificio de su hijo Jesús, pero además con el llamado a que todos nos ganemos el perdón aprendiendo a perdonar a los demás.

En estos momentos de negación absurda de la Vida, sin sentido, convirtiendo en víctimas a personas inocentes con la sola intención de que cunda el pánico entre toda la población, en algunos casos por fanatismos religiosos como los acontecimientos en Bruselas, con quienes compartimos el dolor y nuestra solidaridad y con todos los pueblos del mundo que sufren cualquier expresión de violencia; es en este contexto que vale la pena recordar que terrorista es aquel que está dispuesto a sacrificar vidas o hacer sufrir a otros para imponer su pensamiento extremo y fanático de cualquier tipo religioso, ideológico, económico o político.

Lo más importante para entender el plan de Jesús en nuestras vidas es comparar su mensaje con su Vida concreta y su actuar cotidiano; su interactuar con cada persona, su prédica a través de parábolas que fueran fáciles de entender y permanecieran a través de los tiempos. Jesús no vino a cambiar la ley, sino a invertir la lógica, a construir el Reino, no desde el trono, sino desde los pobres, que es el llamado que lanza desde el Sermón de la Montaña.

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