En contra de la campaña sin fin
Sin embargo, esa es apenas la más reciente muestra de lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses y de lo que está por venir en un país donde las campañas políticas no cesan, lo cual resulta ofensivo porque es otra evidencia del poco respeto que los dirigentes tienen por el mandato legal, pese a ser una práctica que irrita a los guatemaltecos, como se acaba de ratificar en la más reciente encuesta que Prodatos elaboró para Prensa Libre y en la que un abrumador 69 por ciento de los consultados se muestra en contra.
De hecho, un 61 por ciento de los interrogados tiene total claridad de que los principales involucrados en el proceso electoral nacional no están en una simple labor proselitista, sino que se encuentran en plena campaña política, la cual desaprueban porque, además, el nuestro es uno de los poquísimos países donde esas prácticas son permanentes, donde los políticos son los principales íconos del irrespeto a las leyes y donde tampoco las autoridades logran que se observe el ordenamiento.
Buena parte de esa desaprobación está bien fundamentada y abundan los ejemplos, como el citado al principio, y lo penoso es que tanto los oficialistas como los opositores quedan mal parados, porque ninguno goza de plena credibilidad, pues la crítica ha sido generalizada hacia ambos bandos, lo cual debe ser tomado en cuenta por los contendientes que continúan confiando en el aparato propagandístico para difundir sus verdades, algo que sería muy recomendable dejar en las instancias respectivas, para que todo se aclare a su debido tiempo.
Quizá por ello tampoco resulta casual que los encuestados por Prodatos condenen mayoritariamente la abierta campaña política que se muestra impetuosa cuando aún falta más de un año para que se oficialice su apertura, y por ello es que los consultados, principalmente en los centros urbanos, muestran en un 75 por ciento su total desacuerdo con esa práctica, opinión que aumenta en la capital al 77 por ciento, aunque baja al 57 por ciento en el área rural, tal vez porque allí llega menos la bulla propagandística de quienes comen ansias por tomar la delantera.
Lo más lamentable es que para las elecciones que deben celebrarse en el 2015 falta mucho tiempo; entonces resulta molesto y ofensivo el derroche de recursos y esfuerzos en tareas que en democracias con mayor madurez se hacen en los tiempos justos y donde probablemente todo lo que acontece no tenga que pasar por el crisol de los contendientes enfrascados en responsabilizarse por cuanto ocurre y, en contraste, se irrespeta a las instancias que de verdad deben cumplir con su misión y apuntalar la certeza jurídica.