¿Usted va a votar?

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Sin embargo, para que una democracia real y representativa exista se precisa de un sistema de partidos políticos sólido, de un estado de Derecho vivo, de una ciudadanía bien informada, educada, alimentada, desarrollada y consciente de sus derechos y obligaciones. En ese marco podríamos hablar de una fiesta cívica y del gusto por votar por el/la candidato/a de nuestra elección.  Pero en nuestra Guatemala ni tenemos democracia, ni los grupos de interés que dicen llamarse partidos políticos lo son. Así que si usted está en proceso de decisión, comience a sentir menos culpa o presión de grupo, por favor.

En los últimos 30  años  han desfilado por la inestable pasarela política un poco más de medio centenar de partidos políticos. Muchos han nacido solo para hacerse un temprano harakiri, porque no llegan ni siquiera a tener arraigo en la ciudadanía. Para comenzar, ¿dónde está la democracia interna de los que aquí se autonombran partidos políticos y permanecen? Me es muy difícil detectarla en sus actuales estructuras, que más nos hablan de caudillismo, autoritarismo, centralismo y paternalismo. ¿Disminuye otro poco la culpa ciudadana, no?

Los partidos políticos deben ser canales entre la ciudadanía y el Gobierno, deben darnos la oportunidad de elegir a alguien elegible, deben garantizarnos un pluralismo político y generar la participación en democracia. Pero aquí, ¿a qué le llamamos partidos políticos? Yo los veo como canales para el enriquecimiento ilícito inmediato, como territorios de caudillos que cada cuatro años desprestigian al anterior sin visión de país, como corporaciones privadas con intereses económicos específicos. Ni representativos, ni sólidos como instituciones, y casi todos muy parecidos ideológicamente entre sí. Si no, no sería tan fácil que migraran diputados y alcaldes de uno a otro cada vez que les ofrecen un mejor hueso. Más bien son instancias antidemocráticas, que favorecen la corrupción y carecen de cultura política. Cuando pienso que no quiero ser parte de este gigantesco engaño, y que votar en estas condiciones es solo sostener este sistema inoperante que no se llama democracia, la culpa desaparece.

¿Votar, no votar, o votar nulo? Yo votaría por reformar en serio la Ley Electoral y de Partidos Políticos, votaría por meter a la mayoría de los políticos actuales en una nave espacial con dirección a la Luna, sin boleto de regreso. Votaría por un partido que le apostara a la niñez, adolescencia y juventud como eje de cualquier cambio presente y futuro en el país. Votaría por lo que no encuentro aún en ninguno de los candidatos de los partidos que se lanzarán a la próxima contienda. En fin, votaría por eso que se llama democracia y que nunca hemos tenido.

No soy una pesimista, sino una optimista informada que sueña un día con llegar a tener el país en el cual muchos queremos vivir. No sólo por medio del voto podemos ser el país que queremos, porque es el voto y mucho más lo que construye una democracia. Ya van varios procesos electorales que capturan los votos de la ciudadanía desde un engañoso: “Si no vota, este país no cambiará”. Los resultados están a la vista. Por ello elegir, ya no entre uno malo y uno peor, sino entre votar y no votar, es también un ejercicio ciudadano, y demanda un nivel más profundo de conciencia. ¿Votar, votar nulo o no votar? He ahí la pregunta.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.