DE MIS NOTAS
Carreteras con pisto privado
No conozco a los empresarios visionarios que se echaron esa fumada grandiosa. Eso es lo que se siente cuando uno circula por esa megacarretera ahorradora de tiempo, amiga de la comodidad, rapidez y seguridad, a 80 kilómetros por hora, llamada VAS —obra de la Vía Alterna del Sur— en su primera fase. Merecen felicitaciones.
Para los automovilistas, la liberación de evadir la congestión horrorosa del sur de la ciudad y la pérdida de horas, combustible y bilis de intenso trafico, a cambio de cinco quetzales, es una experiencia gratificante: infraestructura al servicio de la ciudadanía. No le costó ni un centavo al Estado, pero en términos de costo beneficio, el ahorro de decenas de miles horas/hombre perdidas en el vacío del trafico existencial diario tienen un impacto enorme para la economía del país.
He sido un ferviente y entusiasta defensor de las alianzas estratégicas, sea en la combinación de alianza público privada o solo de carácter privado, especialmente en la infraestructura estratégica que potencializa las vocaciones económicas de cada región.
Lo repito. Las carreteras son estratégicas, porque al final del día es la única manera de desarrollar la economía por la vía de la atracción de inversiones. No se atrae inversión en países que, como Guatemala, tienen una de las velocidades promedio de transporte más bajas del Istmo: 15 kilómetros por hora.
¿Cual es la razón, por ejemplo, de no velar por el cumplimiento de la Ley de Túmulos, a sabiendas de que un país no se le puede poner “pausa” como si fuese una grabadora de audio? La inercia del desarrollo va adelante, demandando infraestructura de todo tipo: vial, puertos, aeropuertos, supercarreteras eléctricas. El liderazgo contestatario, negativo, de siempre, se opone con excusas infantiles de supuestas violaciones al derecho de manifestar; es absurdo.
En este caso de la nueva obra vial del sur, los visionarios se percataron de una demanda largamente insatisfecha por las carencias en materia de infraestructura vial. Apostándole a esa demanda, se lanzaron al proyecto; primero, haciendo estudios de prefactibilidad, luego con estudios técnicos de factibilidad para obtener el financiamiento bancario; luego la construcción: largos meses bregando dentro de un sistema burocrático hostil a la inversión y a la innovación; luego, los desafíos de construirlo, apegándose a presupuesto para, finalmente, el sábado pasado, abrir las puertas de la primera fase. No hubo concesiones del Estado. El proyecto es totalmente privado.
En tiempos donde las malas nuevas abundan como nubes grises presagiando invierno fuerte, esta es de las buenas. Abre brecha. Porque así como movieron decenas de miles de toneladas de tierra atravesando montañas, bregando con los trámites engorrosos de la tramitología inútil, y las mil vicisitudes para construirla, esta carretera abre la puerta de nuevas oportunidades para llevar a cabo similares proyectos en áreas de gran demanda. Perdonen por soñar, porque soy neurótico reincidente… Pienso en el paso de las “termópilas” de Chimaltenango. Cada vez que me atrapa ese tapón horripilante de denso trafico caótico, sueño con la finalización de esa carretera que debió haber sido construida hace décadas para cubrir la vergüenza de tener el tapón vial de mayor magnitud de occidente, incrementando un 25 por ciento el tiempo y el costo del transporte hacia todo el altiplano. Esta parada por falta de un seguimiento adecuado. Esa es la diferencia entre un proyecto privado o de alianza mixta con una del Estado.
Aquí es donde abominamos a los ministros gachos, ladrones ineptos y corruptos que han pasado por el Ministerio de Comunicaciones dejando una estela de hediondez “burrocrática”. Malos para lo bueno y buenos para lo malo.
El solo hecho de que los empresarios hayamos podido sobrevivir a esa especie durante décadas nos engrandece. Comprueba que la evolución económica es posible a pesar de estas amebas parásitas.
Felicitaciones a los innovadores y sigamos produciendo.
alfredkalt@gmail.com