PANÓPTICA
Civitates vivientes
La manifestación ciudadana del pasado 25 de abril tuvo un sinnúmero de significados explícitos, tácitos, simbólicos, reales, etcétera, que demuestran en buena medida el rompimiento del paradigma inmutable (apatía e indiferencia ciudadana), miedos fundamentados producto de las atrocidades del conflicto armado interno para participar ciudadana y políticamente en la discusión, propuesta, movilización e incidencia pública sobre aquellos fenómenos de realidad nacional que afectan nuestros intereses individuales (libertad de expresión) y colectivos (rendición de cuentas).
La concentración fue masiva y pacífica, plural ideológicamente, con una marcada pluriculturalidad y diversidad étnica, con sujetos intergeneracionales protestando, con estratos socioeconómicos coexistiendo colectivamente por razones comunes, donde las minorías políticas (baja incidencia en toma de decisiones de la real politik) alzaban sus voces con irreverencia, donde algunos grupos religiosos exigían cambios estructurales, donde algunos medios de comunicación hacían investigación-participación (ausentes los comodines corporativos pro statu quo, el sabotaje oficialista limitando comunicaciones y la prensa internacional linchando a un cadáver gubernamental); reivindicaciones heterogéneas que evidencian la marejada de identidades y naciones en el país.
En fin, una gama de representaciones societales que denunciaron los atropellos de un binomio presidencial que se ha hundido por sus pugnas internas, por las criaturas del inframundo político y del Estado que alimentaron y que ahora ya no pueden domesticar. Dichas bestias van carcomiendo paulatinamente las viejas y delgadas pitas de las lealtades políticas, salpicando la podredumbre a los títeres y titiriteros de este flácido gobierno.
Sin embargo, los puntos torales que las civitates vivientes manifestaron/exigieron a las autoridades son los siguientes: a) rechazo a las prácticas de corrupción e impunidad (lesividad de contratos, clientelismo canceroso y opacidad patrimonial); b) deslegitimidad del sistema político (la coyuntura electoral favorece la fragmentación social); c) la renuncia del Presidente y la Vicepresidenta (voto de desconfianza del poder popular); d) irrespeto a la dignidad de la Nación (mitomanía descarada y controlismo social); e) reforma/refundación del Estado (transformar las estructuras políticas, económicas y socioambientales del Leviatán imperante); f) abuso en el ejercicio de poder político y público (arrogancia caudillista y centralismo político); y g) autoritarismo y violencias (represión a opositores, campañas anticipadas y gula unipersonalista de poder/negocios).
A manera de colofón, las civitates vivientes han despertado de su aletargado sueño de deshumanización, indiferencia, amnesia histórica e individualismo, con expresiones variopintas que desnudan la unidad en la diversidad, que buscan crear vasos comunicantes para demandar una democracia más inclusiva y real, una política más ética y humana, un mercado más probo y responsable, una cooperación internacional más solidaria y justa, y una sociedad civil más organizada y consistente.
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