CATALEJO

A medio siglo de la llegada a la Luna

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El 20 de julio de 1969, los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Michael Collins pusieron por primera vez pies humanos en el satélite del planeta Tierra, mientras Edwin Aldrin esperaba en el módulo. El acontecimiento causó emoción e interés en un porcentaje enorme de la población del mundo. A cincuenta años de distancia, esa conquista humana causa asombro, pero porque desde el punto de vista tecnológico las condiciones eran muy modestas, al compararlas con los enormes avances comunes en el mundo actual. Eso ocurrió apenas 66 años después de la hazaña de los hermanos Orville y Wilbur Wright, quienes lograron hacer un vuelo de apenas unos pocos metros con un aparato manejado por un hombre e impulsado por hélices. La diferencia: los aviones siguen volando. Los viajes a la Luna terminaron en 1972.

' A cinco décadas, el tema solo es tratado en teorías sobre la presunta falsedad del viaje. Pero ocurrió y fue una hazaña.

Mario Antonio Sandoval

Cuando se cumplió un siglo de ese vuelo, en el 2003, las celebraciones fueron pocas y modestas: los aviones son enormes y han causado, al ser utilizados como armas militares, mucha devastación y muerte. En esta ocasión ocurrirá lo mismo, por distintas razones. Esos viajes a la Luna se realizaron en el marco de la Guerra Fría, desaparecida desde 1989 con la caída del muro de Berlín. Su propósito, si bien tenía algunas fundamentaciones científicas, era sobre todo de tipo político e ideológico, sobre todo porque la era espacial la había iniciado la extinta Unión Soviética desde 1957, con el primer satélite, el Sputnik, y resultaba un tema de orgullo nacional estadounidense ganar la carrera por llegar al satélite natural antes del fin de los sesentas, como expresó en su momento el presidente John Kennedy.

Al terminar la Guerra Fría, poco a poco, la opinión pública comenzó a girar y a cuestionar los enormes gastos del programa espacial. La Nasa comenzó a perder encanto y luego las tragedias de los transbordadores espaciales la pusieron en aprietos. La llegada a la Luna fue una de esas acciones humanas cuestionadas una vez se hacen realidad. Su justificación se debilita. Portentos tecnológicos en su momento, ahora causa sorpresa su realización, pues las computadoras, necesarias para hacerlas realidad, son ahora infinitamente más poderosas. Es como comparar el Kitt Hawk, nombre del primer avión de tela, con un 747, capaz de llevar 500 pasajeros de Europa a este continente en solo diez horas. Los adultos de entonces lo olvidaron y los jóvenes de hoy sienten poco interés.

Este viaje ha sido, eso sí, centro de especulaciones acerca del encuentro de los astronautas con vestigios de seres vivientes, es decir con selenitas, término derivado de Selene, nombre dado por los griegos a la Luna. El no haber regresado al satélite es motivo para afirmar de órdenes emanadas de esos seres para prohibir el y regreso de los terrícolas. Una expedición china reciente despertó la durmiente leyenda. Otros están convencidos de la falsedad de lo expresado y de las fotos de la Nasa, porque ese primer viaje nunca se realizó. A medio siglo de distancia incluso esa posibilidad provocaría relativamente poco rechazo. No será la primera ni la última vez de un engaño a la humanidad por razones políticas.

No olvidaré, eso sí, mi emoción al ver las borrosas imágenes en las pantallas de televisión blanco y negro. Fue motivo de conversaciones con amigos y familiares, aunque los dos astronautas hayan ahora sido olvidados por la generalidad de la población. Talvez en otros cincuenta años se sepa si son ciertas las versiones de una civilización selenita, pero sería como enterarse hoy de una nueva verdad de las razones de la Primera Guerra Mundial en 1914. Nadie sobrevive de esa generación y el remolino de la Historia se encargado de dejar esas verdades para el interés de los historiadores. Como sea, hoy hace medio siglo el ser humano creó una nueva palabra: alunizar, a la cual hace pocos años se agregó la de “amartizar” en el planeta vecino a la Tierra, aunque solo sea con máquinas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.