Catalejo

Absurdo: tener políticos cambiando la ley electoral


Haciendo lo mismo y con la misma gente, es inevitable tener resultados aún peores en demasía. Lo dice la Historia.

Los cambios a la Ley Electoral y de Partidos Políticos son urgentes para evitar más bochornosas elecciones. Nadie puede negarlo. El Tribunal Supremo ya convocó, pero no tendrá éxito si mantienen a los causantes de su fracaso a causa de la clase de gente involucrada. Si es en serio la intención de lograrlos, debe partir con aceptar falta de partidos políticos verdaderos en Guatemala, donde los últimos reales fueron el Revolucionario (1957-1990), Movimiento de Liberación Nacional, (1930-82), y Democracia Cristiana (1955-2008), quienes cumplían la definición de “asociación de personas seguidoras de una ideología, que comparten intereses, principios, valores u objetivos” (Diccionario Panhispánico Jurídico, pág. 1475).


Haciendo lo mismo y con la misma gente, es inevitable tener resultados aún peores en demasía. Lo dice la Historia.

La categoría de los partidos guatemaltecos también se menciona en la obra indicada. Son omnicomprensivos (con escasa ideología, que envía mensajes políticos muy amplios, con estrategias basadas en la comunicación y con poca participación de sus militantes y de un programa o ideario)… (escasamente ideológicos, dependientes en exceso de los fondos públicos), de masas, relacionados con sindicatos, cuyos miembros les otorgan el financiamiento. En Guatemala hay también partidos horda, seguidores de alguien generalmente populista y sin ideología ni seriedad en su nombre (Elefante, por ejemplo, o Semilla), a cuyo alero se cobijan una serie de personajes fieles al líder.

Luego de un llamamiento hecho por el TSE para solicitar sugerencias de cambios, una comisión llamada CAME de actualización y modernización electoral comenzó el lunes sus funciones, con sólo cinco representantes de los 29 partidos horda del país presentaron mociones, pero sí lo hicieron 127 organizaciones adicionales. Intentan hacer cambios en 46 artículos de la ley, aún no identificados, bajo la conducción de Nineth Montenegro, una mujer de larga trayectoria en el Congreso, pero aun así cuestionable, y por otro lado Roberto Villate, quien ha brincado por al menos tres partidos, el último de ellos la UNE, es decir, Sandra Torres. A quienes lo consideren motivo de risa, les informo: es en serio y ya comenzaron el manoseo de dicha ley.

La tarea del TSE será un estentóreo fracaso, a causa de tener apenas menos de tres semanas para leer las sugerencias. Por el momento, el tiempo es suficiente porque esa ley debe estar aprobada por el Congreso a partir del inicio de la lucha electoral del 2027, para las elecciones de ese año. Es una mala costumbre, pero funciona: pensar mal para acertar y tener como base todas las acciones con la meta de decidirlas en un Congreso y con voz y voto de las Cortes Suprema de Justicia ni de Constitucionalidad. Lejos de tomarlos en cuenta, debe legislarse para canalizar sus criterios por medio de grupos de ciudadanos probos y representantes de la sociedad nacional en sus diversas manifestaciones. Una ley electoral, como una Constitución, no debe ser engendrada por una mayoría de politiqueros.

Los cambios no deben decirse en manera atropellada, con metas de tiempo dispuestas sin una base lógica y ética. La multiplicidad de agrupaciones autonombradas partidos, no siéndolos, así como de personajes como los indicados, es un lastre imposible de liberarse de él. No puede dársele el beneficio de la duda a los marrulleros, “transeros”. La guadaña debe pasar en esa multitud de aprovechados y después de ese borrón y cuenta nueva. Se podrá hablar de buenas intenciones en este grupo, pero el refrán es lapidario: de éstas está pavimentado el camino del infierno, uno similar al lugar a donde han llevado al país precisamente quienes ahora están con la idea de dejar los errores de la ley y eliminar sus aciertos, porque en Guatemala las piedras flotan y las hojas se hunden.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.