LA BUENA NOTICIA

Adviento, para un cambio de rumbo

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Adviento es camino hacia la Navidad, la fiesta que celebra el inicio de un tiempo nuevo de paz y justicia para todos, según los profetas. Adviento es el tiempo litúrgico cuando la Iglesia celebra esa dimensión tan esencial a nuestra existencia: la esperanza, la posibilidad de mirar al porvenir confiadamente. Es la época para levantar el espíritu de un pueblo oprimido que sufre las políticas “del descarte” de los gobernantes y las consecuencias de la corrupción en la que se mueven las elites político-económicas.

' Rechazamos toda ideología que excluye a los pobres y privilegia a los ricos.

Víctor Manuel Ruano

Hace años los obispos guatemaltecos destacaron la necesidad de la esperanza para este pueblo maltratado, donde los pobres, en vez de respuesta eficaz a su situación, encontraron silenciamiento forzoso y muerte violenta, como hicieron con el beato Santiago Miller, en los 80, y con miles de ciudadanos, bajo las políticas de la “Seguridad Nacional”, diseñadas para masacrar al pueblo. Hoy sigue esa misma lógica de muerte, con gobiernos ineptos y corruptos cooptados por redes ilícitas y criminales que no las combaten, sino que las protegen y alientan, como hizo Morales al expulsar a la Cicig, azuzado por algunos embajadores y empresarios malos.

“Unidos en la Esperanza” era el llamado de los mitrados en aquel momento, con la convicción de que solo un pueblo organizado y de pie por la esperanza que lo mantiene en la lucha podría promover las transformaciones radicales del país. Dicha propuesta sigue vigente para superar esa ideología diabólica que aún impide que los guatemaltecos vivamos con dignidad. Es una ideología que excluye a los pobres y privilegia a los ricos, mata al ser humano y promueve la ambición y egoísmo.

Esa ideología permea todo el sistema económico y político vigente en el país, como una apisonadora haciendo añicos la vida de la gente. En su dinámica idolátrica, hace del dinero un falso absoluto y del capital financiero una divinidad intocable. Así la economía neoliberal es una maquinaria depredadora del ser humano y de la creación, sacrificadas a esa divinidad que no entiende de compasión, porque es inhumana y salvaje. Es imposible pactar con esa idolatría. Necesitamos convertirnos, para humanizar la lógica de la fría dinámica del mercado con la lógica de la compasión y de la gratuidad. De lo contrario nuestra sociedad no tendrá ese porvenir que todos anhelamos.

El pueblo, en su mayoría, es religioso y concretamente cristiano. Esa mayoría está de acuerdo en que debemos vivir como hermanos, organizándonos en justicia y en derecho. En aras de esa conversión también se forman cofradías en Semana Santa y se pide perdón por las calles, se cantan villancicos y elaboran nacimientos en Navidad. Esa mayoría, desde su conciencia, dirá que necesita conversión. Pero, ¿conversión de qué y a qué? Fácilmente nos imaginamos a Dios en las alturas, y mirando al cielo, para tranquilizar la conciencia, nos damos golpes de pecho en señal de arrepentimiento y nos planteamos propósitos moralizantes: no más pensamientos malos, no más obscenidades, no más borracheras. Pero, ¿de qué conversión hablamos? ¿Cuáles son sus frutos?

“El que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene”, anunciaba el profeta del Jordán. Lo que está matando la fraternidad y ofendiendo a Dios en Guatemala es la fiebre posesiva de quienes se arrodillan ante los ídolos del poder y la riqueza. Tal vez se conviertan a una divinidad celosa y satisfecha con que los seres humanos se arrepientan y repriman sus malos pensamientos en el sexto mandamiento, aunque luego en la justicia social sean unos podridos y corruptos individualistas. Ese “dios” cómplice del desorden establecido no existe, es una divinidad prefabricada y falsa.

El Dios revelado en Jesucristo quiere vida digna para todos, y en la conciencia habla para que trabajemos por ello. Es el Dios “del Reino”, de la fraternidad, y habla desde las víctimas de un sistema cuya ideología es ganar más utilizando irreverentemente a las personas indefensas y a la creación. Si no cambiamos de rumbo no podemos mirar confiadamente al porvenir.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.