CATALEJO
Alianzas y viajes: sus ventajas y riesgos
Las alianzas en el ejercicio de un período de gobierno constituyen una realidad y también una necesidad. No son intrínsecamente malas. Pueden ser sorprendentes, eso sí. Cuando hay partidos políticos reales, cumplidores de los requisitos mínimos para facilitar las decisiones necesarias para marcar el rumbo de un país, es aceptable y comprensible, a veces hasta necesaria, su búsqueda entre políticos verdaderos, en el sentido de pertenecer a partidos con organización, trayectoria, historia, con unas facciones internas, extremas, moderadas. Esto no solo facilita la escogencia de ese rumbo, sino establece cierta paz interna beneficiosa para los ciudadanos y, en general, el desarrollo de un país, no sólo el económico sino también el social.
' La política no se puede entender sin saber el quién es quién de los distintos factores de poder económico o social.
Mario Antonio Sandoval
Los viajes al extranjero son otro elemento fundamental para el ejercicio exitoso de un período de gobierno, porque la relación entre países amigos con quienes se comparten intereses ya no se puede realizar únicamente con un equipo diplomático profesional y por ello conocedores de los intrincados detalles inherentes a esta actividad. Sin embargo, se vuelven contraproducentes en función de varios factores, como el momento interno, la proximidad a elecciones, el corto tiempo pasado desde la asunción al cargo, y, por supuesto, la carencia de un objetivo específico, es decir el para qué y por qué se hace. Si esto último no está claro entre los ciudadanos, éstos verán esas ausencias del territorio nacional como inmerecidas vacaciones pagadas con fondos de los impuestos.
Los dos temas se entrelazan porque un país sin partidos políticos reales, tendrá políticos inexpertos o incapaces a cargo de las relaciones con la comunidad internacional. Es posible considerar entonces a la cantidad de mini-pseudo-partidos como una de las fuentes de donde deriva la buena o mala imagen del país, sin importar cuál sea. Por el contrario, si hay una sólida base partidista, con criterios distintos aunque no necesariamente excluyentes, será posible tener buenos representantes en la diplomacia, una profesión poco conocida y muchas veces criticada al confundir el hecho de estar a cargo de gente de limitada capacidad con la esencia misma diplomática: defender los intereses nacionales.
Un elemento fundamental de los partidos políticos verdaderos es su prolongación en la Historia. Por supuesto, no por llenar este requisito son eficientes o tienen miembros de calidad. Otro es la división interna, dentro del mismo esquema, de grupos más inclinados hacia un Norte o un Sur. La corta vida de los llamados partidos, aun no siéndolo —como es el caso de Guatemala— demuestra esa carencia de casi todos los requisitos de un partido serio. Desde el inicio de esta etapa de democracia electoral, en Guatemala ha habido docenas de partidos basados en una figura autodenominada “líder”, quien crea y financia un grupo de una sola participación y por ello condenado a desaparecer, cuyos integrantes se convierten en chapulines, buscando otro grupo donde brincar.
El período actual de la política guatemalteca, motivo de mucho interés y participación ciudadana, sobre todo en los ciudadanos menores de 40 años, como nunca antes exige cambios en las leyes y requisitos necesarios para ejercer los puestos. Entre los impedimentos se necesita incluir a las relaciones familiares, ya sea de sangre o de parentescos políticos, y también el historial de su trayectoria en los pseudo partidos y con los principales grupos económicos o los gobiernos anteriores. Todo esto no responde a criterios de la ciencia política, sino a la realidad de cómo son las inter-relaciones entre ellos. El descubrimiento de esos factores desconocidos, no evidentes, ayuda a entender los telones y las cuerdas titiriteras, pero es imposible sin una tarea periodística profesional.