Catalejo

Arévalo: un panorama de sus primeros 365 días

Este primer año del gobierno permite analizar mejor lo ocurrido y esperar cambios útiles para el bien del país.

Mañana se cumplirá el primer año del gobierno de Bernardo Arévalo, un presidente llegado al poder por la combinación de circunstancias internas y externas y por el anhelo o seguridad de un gobierno distinto. Recibió el voto popular contra Sandra Torres, rechazada cuatro veces y causante de la debacle llamada Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, trío de nefastos personajes. La situación actual deriva de acciones erradas e impopulares y muchas veces testarudas, así como de lealtades contraproducentes al pequeño grupo de gente inexperta situada a su alrededor desde cuando fundaron su pequeño partido Semilla.

Este primer año del gobierno permite analizar mejor lo ocurrido y esperar cambios útiles para el bien del país.

A un año, es inexplicable la falta de conciencia del oficialismo acerca de la magnitud de la experiencia y costumbres de sus enemigos —hoy esperanzados con Trump—, cuyas acciones desde antes de la toma de posesión mostraron la meta de no dejarlo gobernar al mantener cooptados los otros dos poderes del estado y la Corte de Constitucionalidad. El Ministerio Público se volvió insalvable, porque Arévalo decidió aceptar la inamovilidad del cargo del Fiscal General, contra lo expresado por la Constitución, por lo cual no tenía validez legal esa decisión tomada para beneficiar a quien entonces lo ostentaba.

El más reciente: lograr presupuesto casi imposible de cumplir al depender en parte de lo ocurrido post-20 de enero y los efectos en ingresos de divisas y en ventas al exterior. Financiarlo con endeudamientos de entidades foráneas de préstamos, es asegurar un déficit convertido pronto en un pozo sin fondo porque mucho de ingreso se usa para pagar la deuda. El empleo también se afectará porque el aumento del 10% al salario mínimo, al expulsar a mínimas o pequeñas empresas, aumentará el deseo y la necesidad de emigrar. Todo deriva de mal asesoría y votos sonsacados en un Congreso rechazado.

Los yerros de Arévalo comenzaron antes de llegar, con su oficiosa visita a miembros del Grupo de Río, la izquierda recalcitrante continental, fuente de interpretaciones de seguidores y enemigos por igual. Hay decepción creciente por el olvido al voto de rechazo a la corrupción ejemplificado en el voto ladino, universitario, citadino, juvenil y de los ahora arrepentidos líderes indígenas. Pronto pasan la cuenta las promesas de acciones individuales no cumplidas: los votantes aumentaron, pero otra vez fueron minoría (45% de los inscritos). Obtuvo 2.4 millones de votos y olvidó a los 1.5 millones de Torres.

La olvidada promesa personal de reducir su sueldo (US$19 mil, el segundo de América Latina, después de Uruguay, US$ 22 mil) y reducir el gasto del gobierno y contrario, aumentar el presupuesto, el más grande de la historia, son políticamente un suicidio a cámara lenta. Razones: el pertinaz ataque en su contra, la conciencia creciente de la separación entre el ingreso de la mayoría ciudadana y del estratosférico cambio de nivel de vida de los políticos y la conciencia de estar en manos del presidente el cumplimiento de lo prometido.

En los tres años próximos existe la posibilidad de un cambio para ese actual rechazo o decepción. Es muy difícil, no imposible, pero Arévalo necesita aplicar el viejo dicho “del enemigo, el consejo”, es decir, toda crítica —independientemente de su verdadera intención— lleva implícita una guía de hacia dónde dirigir el rumbo. Pasado un año, ya es claro: no puede seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos, pero necesita de serenidad, aceptación de la realidad, de los criterios de analistas independientes, no de quienes tienen ocultas agendas personales. En realidad es cuestión de voluntad política.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.