CATALEJO

Arrecian arremetidas esta última semana

|

A solo siete días del fin del giammatteiato veo con una mezcla de preocupación e incredulidad las arremetidas contra el cambio de gobierno, un hecho fatal por ser improrrogable, inevitable, aunque también puede serlo malo, infeliz. Escoger una de esas acepciones mencionadas es voluntario, pero la primera sobresale porque implica la inutilidad, así como la ilegalidad de los esfuerzos por impedirlo. Las redes sociales se han inundado de mensajes con cualquiera de dichos criterios y por ello en algunos sectores nacionales e internacionales aún se mantiene la duda sobre cómo terminará el proceso electoral del 2023, cuyo lugar en la Historia será motivo de amplios y diversos análisis.

La madurez de los ciudadanos, votantes o ausentes, transita por comenzar a decidir sobre el papel de cada uno a partir del 14 de enero. Hay demasiado en juego: la supervivencia de Guatemala como país para regresarlo de la actual calidad de horda, grupo humano indisciplinado violento. En vista de la imposibilidad de estar cien por ciento de acuerdo con cualquier criterio ideológico por ser utópico, además de irreflexivo e irracional, lo sereno consiste en analizar con cuáles ideas de los criterios contrarios se está de acuerdo parcial o total. Hacer esto no significa rendición ni traición a las ideas. Estas a lo largo de la Historia se han mezclado, evolucionado o cambiado, e inevitablemente han dado lugar a nuevas, a veces distintas porque contradicen a las anteriores.

' En realidad, no extraña la cantidad de mensajes en contra del cambio de gobierno, pero hasta ahora es un hecho inevitable.

Mario Antonio Sandoval

Los colores dan un buen ejemplo. El azul y el amarillo, solos, son dos nada más. Pero cuando se mezclan crean el verde, y este tiene docenas de tonalidades distintas, según estén cerca o lejos de ambos. Igual pasa con el negro y el blanco. En realidad, puros casi no existen, pero mezclados originan los miles de grises posibles. El ser humano, entonces, vive entre verdes y grises. Lo mismo ocurre con las ideas políticas o económicas, por dar otro ejemplo. Los extremismos surgen cuando la exageración y la terquedad estallan y niegan la existencia de nuevas ideas o del avance de anteriores, al tampoco admitir el paso del tiempo, como si eso fuera posible y no fuera necesario y beneficioso. Resulta del miedo ciego ante lo novedoso y por ello desconocido.

El futuro se puede ver de dos maneras: como la seguridad de algo malo, o con la esperanza de avances. Esto es particularmente directo en el análisis de la política, pero ahora no hay alternativa porque las acciones, la forma de tomarlas y la decisión de hacerlas debe tener bases diferentes. Este futuro también se divide en inmediato, mediato y a largo plazo. En el primero, lo urgente supera a lo importante; en el segundo, lo importante tiene lugar y el de largo plazo necesita ver más allá de los años y necesita entonces larga dosis de capacidad de predicción, muchas veces basada en la capacidad de utilizar la lógica y el sentido do común, obviamente sobre la base de la ausencia total de corrupción y de malas intenciones. ¿Utopía? No lo creo. Simple responsabilidad.

Para lograr ese avance hay una decisión fundamental: ceder un poco en los beneficios derivados de los legítimos intereses, e impedir y eliminar decisiones ilegales y abusivas cuyos efectos son desastrosos a la colectividad. Todos estos criterios ayudan, creo yo, a entender la inutilidad e irresponsabilidad de mantener una batalla electoral perteneciente al pasado cercano, pero pasado al fin. Los nombres no tienen tanta importancia como el convencimiento de ver hacia adelante y transitar el camino, con la plena seguridad de sufrir los efectos de chocar con errores, decisiones contraproducentes, pero no por ello rendirse. Quienes no se han unido al esfuerzo, aún tienen una semana para decidir si serán motivo de avance o de hundimiento total del país en el atraso.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.