Catalejo

Chapines lograron un sueño, en esta olimpíada desviada

Guatemala logró un hermoso sueño dentro de una olimpiada donde las causas extradeportivas, dañinas para París.

Por fin, Guatemala logró el sueño de lograr medallas en una olimpíada, y para agradabilísima sorpresa de todos, obtuvo dos. Adriana Ruano gracias a sus certeros disparos y con emocionadas lágrimas recibió la de oro y Jean Pierre Brol la de bronce, también con gran orgullo y el de los 14 otros integrantes de la delegación chapina. Quedó en el 9º lugar del medallero latinoamericano y con tres países empató esa presea. Superó a potencias como México y Colombia y se agregó a los 62 con medalla de oro. Su posición superó al resto del istmo y por todo ello la recepción popular de bienvenida fue merecida, por llevar además alegría tan necesaria ahora. Participaron 206 países; 71 no ganaron nada y los latinoamericanos obtuvieron, sumadas, solo 20 medallas, una suma modesta.


Pero al analizar en general ese carísimo evento, París quedó mal ante el mundo al organizarla penosamente y desviarla al quebrar las reglas del olimpismo, pues no permiten menciones políticas, religiosas, raciales, etc., y las autoridades trataron de salir del problema con pretextos inválidos. Algunos atletas fueron amenazados con sanciones por tener imágenes religiosas en su ropa pero se autorizó la burla al cristianismo en las lamentables ceremonias de apertura y clausura, apoyo total al grupo LGTB. Esto disminuyó la atención mundial en el olimpismo, el deporte, los atletas, los estadios llenos, partes del escenario del evento deportivo mundial más importante. La culpa recae en el comité organizador y en la desenfrenada libertad extradeportiva permitida.

Los atletas dieron una merecida bofetada simbólica a los politiqueros cuya intromisión en el olimpismo puso en peligro la participación.


Fueron chocantes las burlas a la religión cristiana y los simbolismos del triunfo satánico. Se insistió en imponer a la fuerza criterios de una minoría de seres humanos con quienes el resto no tiene por qué aceptar sus creencias en nombre de la libertad ni la fraternidad, irónicamente parte del lema histórico oficial del país. El deporte no escapó de justificadas críticas, por la decisión de poner a boxear a una mujer contra otra con altísimo nivel de testosterona, similar a la del hombre, lo cual le otorga fuerza mayor y ventaja física. Algunos patrocinadores se retiraron por esa decisión. Los juegos pudieron haber sido dedicados a la paz mundial y a la hermandad humana, tan necesaria a causa de las tensiones bélicas crecientes. Al no hacerlo, nacen las sospechas de una mala intención en pro de un pequeño y recalcitrante grupo de seres humanos.


La organización fue deficiente para los atletas: alojamiento sin aire acondicionado en un ambiente de calor extremo; comida vegana causante de quejas de los atletas necesitados de comer carne y proteínas; aguas cloacales del Sena donde muchos nadadores se infectaron; una fiesta de despedida de seis horas, con música de dudosa calidad mezclada con otro tipo musical interpretado por una orquesta poco conocida, por lo cual la mitad de los atletas simplemente se fue. Los efectos ya comenzaron: algunos países están estudiando la definición olímpica del ser humano masculino o femenino en base a la biología, no a la autopercepción. Los abultadísimos costos fueron deficitarios y subieron la deuda nacional, pero —lo peor— el nombre de Francia salió afectado.


A pesar de todo, los atletas, personajes más importantes de toda actividad deportiva, cumplieron su tarea, rompieron récords olímpicos (Adriana Ruano lo hizo); hubo emoción, belleza, fuerza, esfuerzo, lágrimas de dolor o alegría, y fotos impresionantes de instantes irrepetibles. En ese sentido fue una gran olimpíada, la más vista en todo el mundo. Guatemala quedó en alto. Los atletas dieron una merecida bofetada simbólica a los politiqueros cuya intromisión en el olimpismo puso en peligro la participación. La suspensión emanada del COI se mantiene y ahora la lucha por eliminarla se facilita por esos resultados. El oficialismo pasado demostró hasta dónde se atreven a llegar y afianzó el rechazo nacional y el peligro actual para el país por su nefasta permanencia.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.