CATALEJO

Comicios hondureños presagian malos cambios

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Las elecciones de Honduras del domingo, de acuerdo con la ley, solo tienen resultados firmes cuando el ente electoral lo declara oficialmente, pero es un hecho la victoria de la candidata izquierdista Xiomara Castro de Zelaya, del Partido Libertad y Refundación, cuando se ha adjudicado el 53% de los votos emitidos, y su contrincante Nasry Asfura tiene 34%. Las actas recibidas, ya analizadas, suman el 52% del total, una ventaja imposible de alcanzar y aún quedan 30 días para impugnaciones. Podían votar cinco millones de ciudadanos y participaron 3.5 millones, o sea el 68%, lo cual significa un absentismo del 32%. Castro, como Sandra Torres en Guatemala, también fue esposa de un presidente y es una política de mano dura en sus criterios.

' Desde el extranjero el Istmo ya se ve como una unidad de gobiernos ineptos, corruptos e inexpertos.

Mario Antonio Sandoval

La victoria de la presidenta electa demuestra el rechazo al oficialismo y popularidad, pero esto causa preocupación porque sus objetivos no dejan lugar a dudas. Su plan de gobierno, de 68 páginas, habla de la “refundación de la patria y la construcción de un estado socialista y democrático”, “establecer un sistema democrático y abierto, con el poder popular y la resistencia en la calle”, cambiar la Constitución con una constituyente “originaria”, “derogar las leyes con que opera la dictadura”, y tener una política exterior “ciudadana, centroamericana, soberana y solidaria”. De libertad de expresión no dice nada, ni de aceptación de críticas por parte de la prensa u otros medios.

La presidenta en ciernes no perdió el tiempo para colocarse en la horda del socialismo del siglo XXI. “Reitero que el espíritu del comandante Chávez anida en el corazón de todos los que hoy estamos impulsando esa revolución en nuestra patria”, “Compañero Nicolás, no está solo”, “Estamos respaldando esta lucha y no los vamos a defraudar ni los vamos a engañar”, “Chávez es pueblo”, “Hasta la victoria siempre. Unidos venceremos”. A nadie deben extrañar las apresuradas felicitaciones de Maduro, Ortega, Evo Morales y el cubano Díaz-Canel. La promesa de respetar la ley fue rota la misma noche de la elección, cuando dijo “ganamos”. El lunes por la noche, el primer designado a la Presidencia, Salvador Nasralla, en CNN reconoció a Maduro, uno de los financistas, como presidente democráticamente electo de Venezuela.

Por tradición, a los guatemaltecos poco le han interesado los resultados electorales del resto de Centroamérica, debido a la tendencia de mirar hacia el norte, no hacia el sur del continente americano, y también a los residuos de pensamiento de capitanía general, aún existente, aunque menguante. Las similitudes históricas —gobiernos militares, tiranos, envidias interrelacionadas— han contribuido al desapego con las elecciones vecinas. Bukele comprobó el error de actuar así y causó sorpresa producto del desconocimiento. En Honduras, los 12 años de gobierno del Partido Nacional afianzaron los problemas comunes del Istmo en corrupción, nepotismo combinado con actividades de narcotráfico, al punto de haber sido condenado en Estados Unidos a cadena perpetua el hermano del presidente Juan Orlando Hernández, ahora en un riesgo similar.

Junto con los sucesos políticos actuales en El Salvador y Guatemala, el Triángulo Norte, cada vez menos apreciado, tanto en los países amigos como en la Unión Europea, se está convirtiendo en una región hostil para Estados Unidos en momentos previos a las elecciones de medio período, con serio riesgo para los demócratas de perder su hegemonía en el Congreso. A los guatemaltecos nos deben interesar las siguientes acciones estadounidenses ante el narco-clepto gobierno actual. Bukele ganó por voto de castigo y Giammattei por rechazo. En Honduras se repetirá el caso y la aceptación pública del sector empresarial hondureño a este cambio ideológico permite pensar en una colaboración con el nuevo gobierno, hasta donde sea posible, pero sin duda será difícil.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.