CATALEJO
Con ese uno por ciento, la muerte es invencible
Conforme se van sabiendo los números relacionados con el combate al coronavirus, se puede establecer el orden de colocación de los países en cuanto a sus logros por la acción gubernativa para lograr el mayor porcentaje de vacunación. Guatemala está en el penúltimo lugar, con apenas el uno por ciento de su población. Las vacunas no fueron adquiridas ni solicitadas a tiempo y lo más indignante es el aprovechamiento para nuevos y más indignantes casos de corrupción. Haber adquirido vacunas a una empresa fantasma rusa, inexistente o desaparecida, pagarle por adelantado la mitad del contrato aun antes de recibir ni una sola dosis —en un país presidido por un médico— raya en lo increíble. En un concurso mundial de corrupción, sería segura finalista.
' La irresponsabilidad burocrática obliga a permitir el ingreso libre de vacunas y la organización privada de las vacunaciones.
Mario Antonio Sandoval
Guatemala está a la deriva y hundiéndose. Esta semana se supo de una fiesta de graduación de secundaria con la asistencia de cientos de alumnos y familiares, por lo cual hubo casi cinco docenas de nuevos casos. Es un ejemplo de subdesarrollo intelectual en todos los niveles sociales. Muchos de ellos seguramente fueron a Estados Unidos a vacunarse, pero decidieron considerar a esta vacunación como sinónimo de indudable cura. Se reunieron con muchos invitados no vacunados y el resultado está allí. Por las redes sociales han circulado mensajes de personas preocupadas por lo sucedido, quienes aconsejan a todos recluirse en casa por un tiempo aún imposible de determinar.
Las autoridades nunca controlaron la pandemia, y ahora abiertamente la declaran “fuera de control”. Los hospitales están repletos, los ciudadanos hacen largas colas solo para ser informados de no haber vacunas. Es imposible recuperar el dinero pagado al supuesto agente ruso y aumenta el convencimiento popular de haber sido un contubernio con la participación de altos funcionarios. Aumentan a toda velocidad los municipios en rojo por su alto índice de contagios, con el consiguiente efecto negativo en el turismo. Las grandes cantidades de personas en calles, autobuses, comercios, son el resultado de la necesidad de ganarse la vida, aunque la arriesguen gravemente. Quienes recibieron la primera dosis temen con razón no recibir la segunda y por ello hacer inútil la vacuna.
En estas circunstancias, hablar de democracia en Guatemala es un pésimo chiste, al no existir en lo político, lo económico y lo social. La población tiende a considerarla un elemento consustancial —es decir indivisible, inseparable— y esa misma característica, presente en América Latina, explica la desesperación popular por buscar algo nuevo, aunque sean las mentiras populistas, verdaderas guías al fracaso total. Ello explica por qué para buscar un nuevo rumbo es necesario depurar a la clase politiquera actual, sucio nido de la peor tragedia colectiva: la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones, abierta o solapada. Una democracia será imposible de practicar ni puede existir o mantenerse sin un mínimo de ética en todos los ámbitos de la sociedad.
El caso del robo descarado de los fondos para las vacunas, obtenidos gracias a un préstamo gigantesco cuyo monto lo pagarán nuestros nietos es, creo yo, razón suficiente para la renuncia del gabinete y demás funcionarios de alto nivel. Todo gobierno es visto desde fuera como una unidad, porque lo es. No es válido excusarse en no tener relación directa porque se trabaja en un área distinta del gabinete gubernativo o de un consejo presidido por un integrante de la administración o del gabinete. Un querido amigo solía decir: “hay cierto dinero y ciertos amores que hay que dejar pasar”. Esto se puede aplicar a la política en cuanto al enriquecimiento ilícito a la sombra del Estado. Por no hacerlo, Guatemala, con su uno por ciento de vacunados, va directo al abismo.