CATALEJO

Consideraciones sobre vandalismo

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América del Sur se encuentra en una crisis de vandalismo en Chile y Ecuador, cuya simultaneidad provoca la certeza de ser un plan orquestado desde dentro y desde afuera. Se presenta también en Bolivia, pero con características diferentes, donde la forma burda utilizada por Evo Morales para quedarse otros cuatro años en el poder, gracias a una tercera reelección, la convierte en una forma de vandalismo, esta vez político. Los criterios conservadores acusan a Venezuela y a Cuba de estar colocados tras bambalinas dirigiendo estas crisis, y esta interpretación se solidifica debido a lo expresado por el vicepresidente venezolano, Diosdado Cabello, para quien “todo está saliendo mejor de lo planeado” y con la felicitación de Nicolás Maduro a Evo Morales, por su “victoria”.

Las protestas espontáneas se manchan cuando grupos de los participantes están y se dedican a destruir bienes comunes, como es el caso del Metro de Chile, cuya reparación tomará mucho tiempo y en algunos casos será imposible, como patentizan muchas de las protestas en todo el país. La ciudad de Santiago retrocedió muchos años y con eso arrastrará al país a una situación similar, porque de pronto un país del primer mundo en la región latinoamericana se colocó de nuevo al lado de sus vecinos con serios problemas de política. En el caso ecuatoriano, la situación no ha llegado a la gravedad de Chile, pero también obligó a las autoridades a retroceder, en una decisión estratégica adecuada, aunque tardía y complicada, por haber sacado a las fuerzas armadas a la calle.

' El vandalismo es muchas veces espontáneo, pero también puede ser resultado de situaciones prolongadas en el tiempo.

Mario Antonio Sandoval

No se puede negar: los dirigentes desde hace muchos años no quisieron o no tuvieron capacidad de ver los verdaderos y profundos sentimientos de los ciudadanos, más allá de los avances incluso económicos presentes en las varias capas de la clase media. Desde la perspectiva de un país pobre, como Guatemala, las acciones vandálicas no tienen justificación y son incomprensibles. Pero tampoco se comprende el interés de países totalitarios, como Venezuela, Cuba y Nicaragua, pero en situación mejor —o si se quiere menos mala— a la de la mayoría de la población latinoamericana. El tema causante de más irritación, ahora explotada, es lo profundo de la desigualdad social, y esto, irónicamente, se presenta con más claridad en los países donde los avances han sido notorios.

A mi juicio, se ha entrado en un momento histórico en el cual hay una obligación y al mismo tiempo una necesidad de analizar y hacerle cambios a las ideas de donde surgen los criterios económicos y políticos, pero al mismo tiempo agregarle una serie de elementos sociales. Esto es así porque algunos de los participantes en las protestas, antes de volverse actos vandálicos, pillaje y destrucción, tienen motivos para estar descontentos. Otro factor importante es la multiplicación de la tecnología de la comunicación, en cuestión de segundos y gracias a los teléfonos inteligentes se puede ser testigo ocular de lo ocurrido a miles de kilómetros de distancia y ello se convierte en un multiplicador de acciones similares en lugares lejanos pero con problemas iguales o muy parecidos.

Indirectamente, todos estos hechos de vandalismo —incluyendo el provocado por el robo de elecciones— están relacionados con la corrupción, monstruo de miles de cabezas. Esta también puede ser burda o nebulosa, pero sus frutos comienzan con una semilla y de pronto caen simultáneamente debido a un golpe de aire. En este momento no se puede saber cómo será el futuro inmediato o mediato en estos países. Napoleón dijo: “No se puede gobernar sentado en las bayonetas”, y ahora esa frase se puede parafrasear: “No se puede gobernar en este 2019 con prácticas válidas a la mitad del siglo anterior”. Los grandes cambios de la historia han comenzado en forma parecida, y la diferencia debe ser llegar a una forma eficaz de enfrentar el vandalismo. El vandalismo también puede manifestarse en el campo político, al irrespetar la Constitución y el resto del andamiaje legal de un país.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.