CATALEJO

Corrupción se combate rechazando a corruptos

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La certeza de la impunidad sobresale entre las motivaciones de la corrupción. “No me pasará nada, y si me pasa, compro a la justicia”. Otra es una forma de impunidad pocas veces considerada como tal: la aceptación de la sociedad en su conjunto de quien muchas veces lo demuestra de manera descarada. Ejemplos: cambiar de pronto un viejo y desvencijado carrito por un auto de lujo y último modelo; una modesta casa de colonia por una residencia o un apartamento en alguna zona de la ciudad. En países avanzados esos súbitos cambios de estatus llaman la atención de las autoridades y estas investigan el monto de los impuestos pagados. Si no coinciden, el nuevo súbito rico pronto tiene problemas legales al no poder demostrar el origen del dinero.

' Los corruptos se niegan a aceptar serlo. Convencerse y temer el rechazo de amigos es terrible, pero es más si proviene de la familia cercana.

Mario Antonio Sandoval

Con la misma velocidad del ascenso de propiedades, se trepa en la escala social, y poco tiempo pasa antes del establecimiento de relaciones amistosas con los evidentemente corruptos, con la esperanza de enriquecerse tras el telón, por el contubernio con estos personajes. El caso de los politiqueros es particularmente grotesco, lo cual implica ridículo, extravagancia, irregularidad, grosería y mal gusto, según la acertada definición del Diccionario de la Lengua Española, a lo cual se le debe agregar irresponsabilidad e inhumanidad. Quienes aceptan a los corruptos, de hecho se convierten en cómplices porque con esa actitud contribuyen a mantenerlos campantes y a enviar un nefasto mensaje adicional: es una tontería no practicarla cuando llega una oportunidad.

Si alguien corrupto de hecho es bienvenido y felicitado, el daño social es complejo porque deja el mensaje de triunfo, pero del dinero mal habido. Un rechazo causará doble efecto en él, porque nadie se identifica a sí mismo como corrupto y no quiere calificar a sus acciones como descompuestas, podridas, abusivas. Por serlo, constituyen una lacra social y debe ser comprendida así. Las leyes duras y también éticamente basadas y moralmente aplicadas constituyen una buena base, pero también debe existir un cimiento individual para rechazar al corrupto y también al corruptor. Para no caer en semejantes acciones se necesita provenir de una familia con valores, y ese ejemplo permita a los ciudadanos participar en una lucha difícil pero indispensable.

A nadie debe caberle duda: rechazar la presencia y hacer a un lado los contactos con un corrupto requiere de valentía, integridad y rectitud. Lo más difícil es anunciar esa separación cara a cara, pero se puede hacer eliminando llamadas e invitaciones. Esto no siempre logra su meta de hacerle entender por señas —como dice el refrán— el rechazo y entonces se debe expresar abierta y claramente. En el caso de una persona corrupta a quien uno está conociendo al ser presentada por alguien, se puede ser discreto y reducir al mínimo la conversación. El número de amigos alcanza entonces su verdadera dimensión y se separa de los simplemente conocidos. No en balde el dicho habla de sobrar espacio en los dedos de una mano para calificar a alguien como amigo.

El rechazo a la corrupción se relaciona de manera directa con el respeto individual a sí mismo y a estar dispuesto a heredar un nombre limpio. Ello causa una actitud severa aunque serena de quien decide no relacionarse con los corruptos, o hacerlo cuando descubre tal tipo de acciones en alguien o las intuye a causa de las evidencias, aunque no siempre sean claras, por lo cual se deben seguir las corazonadas —tema en el cual las mujeres suelen ser más hábiles, no tengo duda. Puede afirmarse: la corrupción desbordada ocurre en países cuyas poblaciones tienen el defecto de no exigir sus derechos o de ser obligadas a guardar silencio para salvar su vida, porque la tiranía tácita o abierta es el marco perfecto para la proliferación de esta indignidad total.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.