A CONTRALUZ

Crímenes de guerra en Gaza

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Jamás se puede justificar la persecución y las masacres que sufrió el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. La sed de poder del régimen nazi se extendió durante 13 años, durante los cuales Hitler impuso el odio contra quienes no eran arios. El holocausto fue el genocidio que llevó al exterminio de seis millones de judíos, así como millones de polacos, rusos, gitanos, discapacitados y otras personas consideradas indeseables. Ese horror no puede olvidarse nunca. Fue un ataque sistemático contra la población civil indefensa que afrontó una despiadada acción de limpieza étnica. Niños, mujeres y ancianos fueron víctimas inocentes que no solo perdieron sus propiedades, su dignidad, sino que también les arrancaron la vida. Eso es algo que jamás debería volver a ocurrir.

' Más que exterminar palestinos, lo que se necesita es un Estado para que los palestinos puedan vivir en paz.

Haroldo Shetemul

Ese recordatorio implica rechazar toda forma de ataque despiadado contra la población civil indefensa, en cualquier parte del mundo. No se pueden justificar los ataques terroristas de Hamás contra la población israelí, como tampoco se pueden aceptar los ataques israelíes contra la población palestina. El Estado de Israel tiene derecho a defenderse de los crímenes de guerra de Hamás, pero no puede hacerlo con acciones que configuran crímenes de guerra contra civiles palestinos indefensos. Hoy asistimos al horroroso espectáculo de ver cómo las fuerzas armadas de Israel, cuyo pueblo sufrió en carne propia el genocidio, han convertido a Gaza en un escenario de destrucción y muerte. Las víctimas mortales causadas por los intensos bombardeos del ejército israelí han dejado más de 10 mil muertos y más de 24 mil heridos, entre mujeres, niños y ancianos indefensos. El Ministerio de Sanidad de Palestina informa que el 70% de víctimas son mujeres, niños y ancianos.

El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, afirma que Gaza se está convirtiendo en un cementerio de niños. Señala que el ejército israelí ha asesinado más periodistas en apenas cuatro semanas que en ningún otro conflicto bélico en las últimas tres décadas. Según Guterres, las tropas israelíes han bombardeado hospitales, mezquitas, iglesias, campos de refugiados e instalaciones de las Naciones Unidas. Agrega que le preocupan las claras violaciones del derecho internacional humanitario que se observa en estas operaciones. “Nadie está a salvo. La pesadilla de Gaza es más que una crisis humanitaria, es una crisis de humanidad”, apunta Guterres. Son miles las voces a nivel mundial que se elevan exigiendo una pausa humanitaria en Gaza, pero todo parece indicar que Israel no solo tiene la intención de acabar con Hamás, sino que busca borrar de la faz de la tierra a Gaza y a sus habitantes, otro genocidio.

Hoy el mundo observa cómo una ciudad es destruida hasta dejar piedra sobre piedra, pero no es solo eso, sino que la escalada de violencia israelí podría desencadenar una conflagración internacional de incalculables consecuencias. Por eso son importantes las palabras del ex primer ministro de Francia Dominique de Villepin, un político de derecha que afirma que ni la fuerza bélica ni la venganza garantizan la paz y la seguridad de Israel. Dice que la justificación para los bombardeos es errónea porque cuando destruye una ambulancia porque cree ver terroristas en ellas, quienes en realidad mueren son mujeres y niños. Esa política de venganza lo que genera es que más palestinos se unan al terrorismo, lo cual es exactamente lo contrario de lo que quiere Israel. Según Villepin, Netanyahu está librando una guerra para hacer todo lo posible para que la solución política nunca llegue a la mesa. Por eso llama a EE. UU. y la comunidad internacional para que detengan la matanza indiscriminada. La salida, asegura, no es exterminar a los palestinos, sino conferirles un Estado para que puedan vivir, para que puedan construir su futuro en paz.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.