A contraluz

Crueldad innecesaria

Es evidente que Israel va a ganar en forma aplastante la guerra en Gaza, pero también será su ruina moral.

El ataque israelí contra un equipo de voluntarios de la organización World Central Kitchen (WCK) es la más reciente acción que deja al descubierto la barbarie que el gobierno de Benjamín Netanyahu está cometiendo en Gaza. Este caso demuestra cómo ha escalado el conflicto a niveles de deshumanización sin precedentes y los llamados a un cese del fuego han sido ignorados en reiteradas ocasiones por el régimen israelí. Los vehículos identificados con el logo de WCK fueron bombardeados por el ejército israelí en una zona no conflictiva, luego de haber entregado cien toneladas de suministros de alimentos. El saldo fue de siete voluntarios asesinados de una organización sin fines de lucro impulsada por el chef español José Andrés. Estos cooperantes se habían dedicado a llevar alimentos a la población de Gaza, que ha sufrido la destrucción de sus hogares, la muerte de sus seres queridos y ha sido cercada por el hambre.


Aunque Netanyahu afirma que el ataque fue un error, las evidencias muestran lo contrario. El chef español dijo que las operaciones de su equipo son coordinadas con el ejército israelí, o sea que sabe con anticipación por dónde se desplazarán los vehículos con alimentos. CNN indicó que al analizar videos e imágenes de los tres vehículos destruidos se observa que fueron objeto de bombardeos de precisión, o sea ataques directos y no producto de un error de un bombardeo masivo. Según CNN, el primer vehículo estaba geolocalizado en la calle Al Rashid, designada para el paso de ayuda humanitaria; el segundo estaba a unos 800 metros en la misma vía, mientras que el tercero se desplazaba en un campo abierto a 1.6 km del segundo vehículo. Los bombardeos israelíes fueron directos contra los vehículos, lo cual estaría a tono con las denuncias de que el gobierno de Netanyahu busca evitar que lleguen más suministros de alimentos a Gaza.

La guerra en Gaza ya no es una operación contra un enemigo militar, sino una acción deliberada de genocidio.


Si bien al principio se entendía que Israel ejercía su legítimo derecho a la defensa contra el ataque terrorista de Hamás, poco a poco se observa que la guerra ha adquirido niveles de genocidio. Ya no es una operación contra un enemigo militar, sino una acción deliberada para infligir el mayor daño a toda la población civil para exterminarla. El nivel de destrucción que ha alcanzado la guerra ha convertido a Gaza en una zona inhabitable, donde las principales víctimas son mujeres y niños. Viviendas, edificios, escuelas, universidades, hospitales y áreas comunitarias han quedado en ruinas. Este conflicto también le está ocasionando problemas al presidente Joe Biden, que no logra pararle la mano a Netanyahu. El apoyo que Biden otorga a Israel le está trayendo consecuencias negativas en su posible reelección, por el rechazo de la comunidad musulmana estadounidense y de fuertes sectores de su país que adversan la crueldad israelí.


Alon Ben-Meir, experto en política y asuntos de Medio Oriente y profesor retirado de la Universidad de Nueva York, señala que, en ninguna circunstancia, el ejército israelí puede justificar actos de venganza contra hombres, mujeres y niños palestinos que no tienen nada que ver con las acciones terroristas de Hamás. En un artículo publicado en The New York Times, dice que esta guerra que comenzó como una acción dirigida a liquidar a un grupo terrorista ahora “lleva más de seis meses en los cuales ha infligido muerte y destrucción horribles en Gaza y ha cobrado la vida de más de 30 mil personas, dos tercios de ellas mujeres y niños, y dejado a la mitad de Gaza en completa ruina”. Es evidente que Israel va a ganar en forma aplastante esta guerra, pero también será su quiebra moral. Tal como dice Ben-Meir: “Israel ya no será visto como la víctima que surgió de las cenizas del Holocausto y que tiene todo el derecho a defenderse, sino como el victimario cuya supervivencia depende de las cenizas de los palestinos”.

ESCRITO POR:

Haroldo Shetemul

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Profesor universitario. Escritor. Periodista desde hace más de cuatro décadas.