CATALEJO

¿Cuándo terminará de hacer ridículos?

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Pensar en la imposibilidad de un nuevo ridículo de Alejandro Giammattei es dudar de su inconmensurable deseo de hacerlo en cada oportunidad. Salió sigilosamente rumbo a Ucrania, en el más innecesario e inútil de todos sus “ego-viajes”, para seguir su despilfarro. Firmó un documento conjunto con el presidente Zelenski sobre temas de nula importancia, simple letra muerta: quitar las visas, promover el turismo y becas de estudio entre ambos países. El anfitrión, claro, agradeció el apoyo y destacó este intercambio de tacitas de café por ser la primera visita en la historia, hecho a costa de usar muy mal su tiempo.

Ucrania ciertamente es víctima de la Rusia de Putin, cuyas tácticas incluyen la inmisericorde destrucción de hospitales y ciudades alejadas de la zona de batallas. En Guatemala casi nadie apoya esas inhumanas acciones. Pero el giammatteiesco viaje no se puede justificar y es contraproducente: las fotos oficiales lo muestran con cara de circunstancias en lugares devastados, luciendo una gorra azul con el escudo nacional y cinco estrellas doradas. Es una prenda diseñada para satisfacer su insaciable ego y, de paso, tratar de engañar a los anfitriones porque parece insignia militar pero no nos confundamos: no lo es.

Los documentos de los viajes presidenciales son preparados por las cancillerías. En Ucrania, hay; en Guatemala, no. Expertos toman tiempo en preparar los textos político-económicos, solo firmados en las ceremonias. A los anfitriones les interesaba la alineación sin ambages de Guatemala contra Rusia en términos claros. No tuvieron tiempo para hacer realidad el viaje solicitado, pero por motivos diplomáticos calificado de invitación, causante de seguras críticas internas si no fuera por la dura y dolorosísima realidad de la guerra. Es imposible no pedirle a Giammattei que ya deje de hacer el ridículo. Debemos aprender a vivir con sus cada vez peores demostraciones de este tipo.

Irma Alicia y su choque

Presento mi firme protesta por lo ocurrido a Irma Alicia Velásquez Nimatuj y le manifiesto mi solidaridad total. Tuvo una muestra rotunda del significado de la vida en la Nicaragua amarrada y embozada por la dictadura ortego-murillista. Es un caso claro de un caso de abusos cometidos por los autodenominados socialistas contra personas de pensamiento político ajeno al total activismo. Tal choque fue con la realidad, no con la utopía de dividir el mundo entre buenos y malos; casi siempre se convierte en un parteaguas para mantener el rumbo, pero haciendo ajustes, al ser parte del desarrollo del pensamiento.

Nadie puede tener duda del pensamiento ideológico de esta columnista guatemalteca, doctora en Sociología. Lo ha definido, junto con sus criterios sobre asuntos relacionados con los indígenas guatemaltecos. Su léxico es amplio y certero y cae en la categoría de intelectual de izquierda, una especie humana ahora atacada en Guatemala casi siempre en base a insultos. Pero para Ortega y su temible compañera, al no ser activista para ellos, simplemente es traidora. No lo es. Tiene un pensamiento cuya brújula no está directamente al Norte, sino oscila y abarca algún porcentaje (10, 15) de ideas contrarias.

El caso de Irma Alicia identifica los riesgos de pensar con algún balance, pero debe mantenerse así, junto con los demás analistas de la realidad del país. Los extremos son malos consejeros y ninguno de ellos es bueno ni deseable. Fue un milagro, en realidad, su expulsión a Panamá y posterior regreso a Guatemala. Su tarea ahora es contribuir a la divulgación de análisis serenos y preguntas propias acerca de las causas del pensamiento distinto de otros. Recuerdo el caso de Mario Roberto Morales, hace muchos años encarcelado sin razón por Ortega. Esa experiencia lo hizo ser muy severo con las izquierdas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.