CATALEJO
Dos primeros errores del gobierno demócrata
En política, todos los actos son políticos y también los motivos para tomar decisiones. Una regla fundamental es no involucrarse en batallas no ganadas antes de empezarlas, porque también la derrota es política y beneficia a los contrincantes, aunque se haya cometido el error de confiar en la acción de alguno de ellos para facilitar el triunfo. Como en el futbol, gana quien mete goles, no quien merece ganar. La derrota es efecto de mala suerte, pero sobre todo de errores en la estrategia y en no identificar con corrección cuál es el campo al cual se debe llevar a las fuerzas a enfrentarse. El viernes último, Trump fue absuelto porque los republicanos no actuaron como senadores sino como politiqueros, uno de los múltiples resbalones de los demócratas.
La batalla no se debía plantear en el campo legal, sino en el moral. No ganó Trump; perdió Biden. Trump se logró escapar porque ya no es presidente y por lógica está fuera de un juicio político presidencial. Sus contrincantes no tenían posibilidad alguna de lograr los 67 votos necesarios y ahora sale beneficiado -aunque solo al corto plazo- cuando logra seguir con su delirio de presentarse a las elecciones del 2024, aunque en apenas dos años habrá una elección cuyo resultado le puede dar más fuerza dentro del Congreso. Moralmente estaba condenado y sigue estándolo. A largo plazo hubiera perdido la guerra, pero se encontró con el error demócrata. Los resultados de esta pueden ser terribles para la democracia del país, al combinarse con el yerro de Biden.
' Dos decisiones del gobierno demócrata estadounidense constituyen los primeros serios errores de Joe Biden y su equipo.
Mario Antonio Sandoval
Este se refiere al controversial tema LGBTIQ. Siguiendo la lógica anterior, su apoyo a dicho grupo social minoritario (tiene menos del 50% de la población del mundo) es un hecho político, y por ser él un político estadounidense, solo piensa en los reales o supuestos beneficios en su país y para él y su partido. Nada más. Calificar esto de error, tampoco tiene relación con sus integrantes, cómo actúan, cómo piensan, y esto no excluye su derecho a tener derechos y la validez de rechazar cualquier ley dedicada a disminuirlos. Políticamente es un error, porque tanto dentro como fuera de su país enfrentará oposición y le dará alas a cualquier adversario político, quien tiene la fuente de críticas bien basadas, con posibilidades de convertirse en votos en los comicios.
Hacia afuera de Estados Unidos las críticas y rechazos provendrán de la amenaza velada, de eliminar visas a los funcionarios extranjeros si no apoyan políticas señaladas de respetar los derechos de los LGBTIQ. Pero esto es innecesario porque los países occidentales no tienen leyes específicas contra cualquier grupo social, al haber una separación Iglesia-Estado. No es aceptable, por principio, la pretensión e imponer determinados criterios de las autoridades estadounidenses porque les benefician políticamente. El tema también levantará olas porque incluye una mezcla de consideraciones políticas foráneas, legales, religiosas, morales, tradicionales y del libre albedrío de cada quien para actuar según su leal saber sobre cómo vive su vida.
Es inaceptable porque lo sería también su opuesto: presionar para eliminar los derechos de estos integrantes de la sociedad en su calidad de seres humanos. Simplemente, hay personas y sociedades con valores distintos, por supuesto discutibles, lamentables, etc. Pero un país como el de Biden en este momento debe sumar apoyos de grupos mayoritarios, no de minorías. ¿Cínico? Tal vez, incluso seguramente. La permisividad occidental no tiene la misma fuerza en otras culturas con las cuales Estados Unidos tiene relación. Pero además, como el que interpreta si son discriminatorias es Washington, se cae en un ejemplo de juez y parte, una de cuyas consecuencias puede ser una profundización del rechazo a estas personas en las sociedades donde existe.