CATALEJO
El derecho colectivo en las construcciones
Guatemala no tiene plan de ordenamiento territorial. Este es un conjunto de disposiciones relacionadas con el uso de la tierra, sobre todo urbana, para evitar obras pensadas únicamente con el fin de beneficiar económicamente a algunas construcciones situadas a pocos metros de las orillas de barrancos y carreteras, por mencionar dos ejemplos, a los cuales se unen la inundación vehicular en determinadas calles y bulevares. Como resultado, mueren personas al derrumbarse las casas, se arruinan las carreteras y las calzadas, y calles de varios carriles son mutiladas, con negativos resultados económicos, sociales e individuales. Es un problema relacionado con los derechos de la colectividad y contribuye a la calidad de la vida ciudadana, sobre todo capitalina.
' Edificios, colonias, hoteles y centros comerciales nuevos no pueden afectar los derechos comunes de los ciudadanos.
Mario Antonio Sandoval
La planificación no solo debe tomar en cuenta los gastos intrínsecos de la obra, sino también cómo afectará un factor fundamental: la movilización de personas por sistema público o por vehículos particulares, y esto no se puede dejar al incontrolado albedrío de inversionistas, constructores y especuladores. Las construcciones de edificios, centros comerciales, colonias, áreas de bodegas y demás pueden convertirse en obstáculos terribles para el tránsito, un hecho ocurrido desde hace mucho tiempo. Es un ejemplo de desidia municipal, por no mencionar situaciones de inmorales e ilegales motivaciones numismáticas bajo la mesa, o intereses entre las obras y quienes las autorizan. La capital ya es una ciudad colapsada a determinadas horas. No debe serlo todo el día.
Una vez construidas esas obras se evidencia con claridad el problema y no es sino hasta entonces cuando las autoridades ediles intervienen con parsimonia, si es que lo hacen. Un ejemplo es el paso construido frente a la Cervecería. A diario, varias veces la cola de vehículos esperando paso llega hasta el puente El Incienso. El centro comercial de San Lucas provoca también largas colas, a veces hasta de tres kilómetros, porque las normas de la comuna local no incluyen ingresos (llamados bahías) de tamaño proporcional. En Oakland, el ingreso al centro comercial significó por años problemas similares. En El Naranjo, un ingreso desde Mixco hacia el Periférico se redujo un carril, utilizado para permitir el ingreso al centro comercial, situado a la orilla de la calle.
Hace poco supe de las molestias de vecinos de la zona 15 a causa del plan de triplicar la ya, de suyo, enorme Cayalá. La molestia se debe a tener proporciones exageradas y a la decisión de eliminar 80 hectáreas de bosques, como si esto no fuera un efecto negativo en cuanto al agua, por ejemplo, así como la belleza natural del lugar, sustituida por una construcción de cuyo estilo prefiero no hablar hoy. El área mencionada equivale a más de la zona 1 capitalina. Y a todo esto se agrega la falta de información en general sobre la obra y su autorización, en especial sobre cómo serán solucionados los problemas de tránsito vehicular derivados de la hasta ahora conocida decisión de los inversionistas y del discutible criterio del diseño.
Este tipo de errores afianzan la virtual división de la ciudad. Se genera desintegración ciudadana, aumentada por ser imposible visitar parques, rincones históricos y otros, por falta de seguridad personal. La ampliación de Cayalá supera en tamaño al Centro Histórico, y aunque nadie discute el derecho de construir sí se debe meditar sobre el derecho ciudadano a no perder tiempo, gasolina, y el de los niños para no verse obligados a salir a las 5.30 cuando sus clases comienzan a las ocho. Otro ejemplo es el hotel Manatí, en Izabal, de 40 pisos, que duplica la altura de la Torre del Reformador, pero en este caso el problema es la factibilidad del proyecto, por no existir infraestructura indispensable.