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El dilema ético del chip de Elon Musk

Este evento marca un momento significativo para la ciencia, sobre todo en el campo de la interfaz cerebro-computadora.

Elon Musk, a través de su empresa Neuralink, anunció hace algunos días que había injertado el primer implante cerebral en un paciente humano exitosamente. Este evento marca un momento significativo para la ciencia, sobre todo en el campo de la interfaz cerebro-computadora, pero también abre una serie de cuestionamientos que preocupan a la sociedad.

Imagine un mundo en el que las personas con parálisis puedan recuperar el control de sus extremidades a través de implantes neurales.

Neuralink ya recibió autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) para llevar a cabo su primer ensayo clínico en humanos. Este producto se denomina “Telepatía”, y tiene como objetivo ayudar a las personas con cuadriplejia, o parálisis de las cuatro extremidades, a controlar los dispositivos con sus pensamientos. Para las personas que tienen este tipo de problemas en su movilidad, este chip abre una luz de esperanza.

Entre los objetivos de dicha ciencia está la creación de chips de computadora implantables que puedan integrarse en el cerebro. Estos actúan como un puente, conectando el cerebro humano con dispositivos externos y sistemas de inteligencia artificial. Con esta conexión se pretende potenciar las capacidades cognitivas humanas, ofreciendo nuevas posibilidades para el tratamiento de diversos trastornos neurológicos. Imagine un mundo en el que las personas con parálisis puedan recuperar el control de sus extremidades a través de implantes neurales. Suena realmente milagroso y maravilloso, pues promete devolver la movilidad e independencia a quienes la han perdido, abriendo nuevas oportunidades para  personas con contusiones medulares o enfermedades neurodegenerativas.

Además, esta tecnología podría revolucionar el campo de la educación, permitiendo descargar el conocimiento directamente en el cerebro, eliminando la necesidad de métodos de aprendizaje tradicionales. Pero, ¿cuáles serían las consecuencias éticas en este campo? Esto podría crear una brecha significativa entre quienes tienen acceso a estos implantes y quienes no.  Conduciendo a una sociedad dividida entre empoderados y no empoderados, con serias implicaciones para la equidad y la justicia social. Si usted tiene dinero para hacerse este implante, podría convertirse en un genio en el instante.

El aprendizaje tradicional no es solo la adquisición de conocimientos, sino también un proceso de desarrollo personal  que estas personas no tendrían. La descarga del conocimiento a través de un chip podría plantear preguntas sobre la autenticidad de la experiencia de aprendizaje y la formación de la identidad personal, que forman el carácter del ser humano.

Asimismo, al insertar en el cerebro dispositivos  que pueden recibir datos surgen preocupaciones sobre la privacidad y seguridad. En ese caso, ¿quién controlaría esta información? y ¿cómo se podría asegurar que no se utilice con fines nefastos o para manipular el pensamiento de quien tiene el chip?

La capacidad de influir o controlar directamente la mente a través de la tecnología plantea preguntas fundamentales sobre la libertad de pensar, un derecho humano fundamental. El aprendizaje tradicional desarrolla habilidades  como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la creatividad. La descarga de la información podría excluir este proceso de desarrollo, lo que podría debilitar estas habilidades esenciales.

También, decidir quién recibe dichos implantes y en qué condiciones requeriría estrictos protocolos éticos. No cabe duda de que el inicio de estas tecnologías puede tener efectos profundos y duraderos en la sociedad, la educación, el trabajo y las relaciones interpersonales. La planificación y regulación de estos impactos requeriría una amplia consideración ética.

ESCRITO POR:

Brenda Sanchinelli

MSc. en Relaciones Internacionales e Imagen Pública. Periodista, experta en Etiqueta. Dama de la Estrella de Italia. Foodie, apasionada por la buena mesa, compartiendo mis experiencias en las redes.