CABLE A TIERRA

El INE la vuelve a hacer

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Difícil, para el ciudadano común, que enfrenta la enorme responsabilidad de poner alimentos en la mesa para su familia tres veces al día, siete días a la semana y 365 días al año entender cómo el INE puede presentar datos de costo de canasta básica alimentaria (CBA) como los que se atrevió a hacer públicos hace unos pocos días. Están disponibles unos power point bien bonitos, llenos de fórmulas estadísticas y llamativas visualizaciones sobre los procesos de investigación que emplearon para hacer los cálculos de índice de precios al consumidos (IPC) y de canasta básica alimentaria. La conclusión es que, según el INE, en Guatemala, en el 2023, pospandemia y pospico inflacionario, una familia urbana, con casi cinco integrantes en promedio, cubrió sus necesidades básicas alimentarias con unos Q2,232 al mes; es decir, Q465 por persona (al mes), o Q15.5 por persona diarios, o Q5.17 por persona por tiempo de comida. Mientras tanto, una familia rural lo hizo con menos dinero todavía: Q1,738 al mes, o sea Q434 por persona al mes, o Q14.48 por persona diarios o Q4.83 por persona por tiempo de comida.

A pesar de tener los power point a la mano, me es difícil, por el momento, entender si estos resultados reflejan un problema de método y/o de proceso, o más bien de interpretación (o ambos). Lo que sí ya sabemos es que, para una cuarta parte de la población guatemalteca, ni siquiera estos montos pudieron tener para materializar su CBA. Según el más reciente informe del Estado de la Seguridad Alimentaria en Guatemala (ESA) publicado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), para el año 2023 cerca de 4.3 millones de personas tuvieron algún grado de inseguridad alimentaria y nutricional (Insan) durante este año, con medio millón de estas personas que enfrentaron la Insan en el grado “grave”; es decir, pasaron hambre en algún momento.

¿Y qué decir del 75% de hogares restantes? Para comenzar, supongo que de los más pudientes ni siquiera en la Encuesta de ingresos y gastos de hogares (Enigh) también recién hecha pública tenemos datos certeros y representativos de sus ingresos y gastos ni de sus patrones de consumo alimentario.

' El INE tiene mucho que explicar.

Karin Slowing

Por cierto, al calcular CBA regionales, el INE da por sentado que las diferencias detrás del costo son territoriales y a la mejor culturales, pero no relacionadas con la estratificación de ingresos y socioeconómica de la población y de su capacidad adquisitiva. Así que, consideremos que estos datos de CBA del INE nos reflejan más a nosotros, una amplia gama de estratos medios que intentamos mantener el estándar de que nuestras familias tengan certidumbre de su alimentación tres veces al día, que vamos a la compra con la lista en mano y el dinero calculado, confiando que alcance. Es decir, a los que compramos lo que podemos con lo que tenemos de esos 34 grupos básicos de alimentos que dice el INE que más consumimos los guatemaltecos y con los que, supuestamente cumplimos los requerimientos calóricos básicos diarios de unas dos mil doscientas calorías en promedio, e independientemente de la calidad de dichas calorías. Una distinción no menor, pues canasta básica alimentaria no es equivalente a una canasta básica alimentaria nutricionalmente saludable y pertinente.

Acá, esto ni se considera medirlo, más allá de los trabajos académicos que ha hecho el Incap al respecto, aunque debería ser un parámetro básico que tanto la Sesán como el Ministerio de Salud deberían exigir que se calcule de manera regular. Mientras tanto, tenemos que seguir leyendo números que, por lo poco que nos dicen acerca de nuestra verdadera realidad, más bien nos llaman al sarcasmo.

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