CATALEJO
El naufragio del Partido Humanista
Edmond Mulet tiene motivos para sentirse apesadumbrado ante el choque con la realidad politiquera de Guatemala. No logró encontrar suficientes personas dispuestas a ejercer la política con fundamento en el pensamiento basado y centrado en el ser humano, lo cual implicaba tener conocimiento de la historia, de la filosofía del quehacer de la conducción del Estado. Tristemente, su error fue buscar apoyo de gente matrera, o sea engañosa, pérfida, astuta. No pudo soportar más las pruebas de acciones de la vieja politiquería y prefirió desligarse hace algunos días. El lunes se supo de una decisión similar tomada por Jorge Pérez, presidente del Consejo Político de ese grupo.
Lo ocurrido en el Partido Humanista comprueba claramente la necesidad de impedir de alguna manera la continuación de gente cuya experiencia en elecciones y partidos es simplemente politiquera. Desde el inicio del actual gobierno comenzaron a salir las mismas mañas por todos lados. A pasos, el país retoma la ruta hacia un despeñadero y cuando se analizan las personalidades y características personales de quienes se agregan al equipo de gobierno aumenta el desaliento, aunque es válido señalar la permanencia de algo de esperanza basada en algún milagro. Ciertamente, ha habido decisiones positivas, pero por desgracia no son suficientes ni tampoco muy profundas.
Lo ocurrido con el político Edmond Mulet muestra la urgencia de cambios fundamentales en la Ley Electoral. Borrón y cuenta nueva: la política solo nacerá en Guatemala si se les impide participar a quienes se dedicaron al pillaje dentro de la cosa pública. Es indispensable hacerlos a un lado: su presencia es una de las causas de la proliferación de corruptos aun entre quienes ingresaron a la política en las dos últimas elecciones. No se le puede pedir a una persona de buen nombre colocarse al lado de los chanchulleros de cualquier tipo. Al no participar, la política se vuelve intrínsecamente mafiosa. Por ello, la decisión de Mulet y de Pérez se explica y es digna de aplauso.
Cifras del desastre educativo
Si el 70% de los aspirantes a maestros fallan en matemáticas y 60% no superan la comprensión de lectura, Guatemala está en serios problemas para su presente y su futuro. Estas contundentes cifras constituyen el efecto de la mala educación en todos sus niveles, especialmente en la primaria, pero además de la manera cómo los maestros del sector público desde hace varios lustros no pueden o no quieren entender uno de los peores factores: el terrible papel desempeñado por una dirigencia sindical magisterial, a su vez solo interesada en mantenerse en su puesto, negociar con gobiernos, fomentar el ausentismo magisterial y dar la espalda al futuro de los alumnos en todo nivel.
Un sector magisterial dirigido por Joviel Acevedo está condenado al fracaso y ello arrastra al país. Es famoso por sus acuerdos —en realidad contubernios— con toda clase de gobiernos. No se le conoce alguna declaración para pedir a los maestros cumplir con sus obligaciones, horarios, programas educativos (por cierto, dignos de una crítica muy seria). Lejos de eso, su tarea se ha reducido a buscar huelgas y paros, así como a permanecer virtualmente escondido mientras busca un motivo para reducir los días de clase. Los porcentajes de fallos mencionados antes son los frutos de años de irresponsabilidad y de haber abandonado ideales y bases de la educación escolar.