LIBERAL SIN NEO
El ocaso de un sheriff
Un documental del programa Frontline de PBS, titulado El príncipe heredero de Arabia Saudí (The Crown Prince of Saudi Arabia), se enfoca más en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, que en la historia del príncipe Mohammed bin Salman. El periodista fue visto ingresando a la embajada de Arabia Saudí en Estambul, Turquía, pero nunca salió. Pronto se supo que Khashoggi había sido asesinado por agentes del Reino Saudí, en la propia embajada. La opinión generalizada es que el asesinato pudo haber ocurrido por órdenes del príncipe heredero, Mohammed bin Salman. Sembrado en este documental, sin embargo, hay una joyita, una hazaña periodística si se quiere. ¿Quién es el verdadero culpable? ¡Donald Trump, por supuesto!
Desde que anunció su candidatura a la presidencia de EE. UU., en junio de 2015, la prensa y el establishment se apresuraron a atacarlo con tal vigor y desprecio que le hicieron el favor de regalarle cientos de millones de dólares en publicidad gratuita. Trump es un ególatra, un personaje falto de tacto, pedante, que cuando habla da pena ajena. Empero, no cobró un centavo durante su presidencia, donó todos sus sueldos y cumplió la mayoría de las promesas que hizo como candidato. Inaudito.
' El primer pecado de Trump es que no pertenecía a la clase política.
Fritz Thomas
Redujo impuestos, regulación y reglamentación; la economía de EE. UU. se reactivó de tal manera que el desempleo bajó a niveles históricos, particularmente para las personas de raza negra e hispanos en áreas urbanas. Retiró a EE. UU. de los Acuerdos de París, un tratado muy costoso y desfavorable para ese país, incurriendo la ira de ambientalistas y globalistas. La contrapartida es que con la desregulación impulsó una revolución energética en EE. UU. que produce tanto gas natural barato que provocó la conversión de plantas de electricidad de carbón a gas. Últimamente, EE. UU. ha reducido la emisión de carbono más que cualquier otro país industrializado. Otra secuela es que EE. UU. se convirtió en un país energéticamente autosuficiente y exportador neto de hidrocarburos.
Trump desenmascaró a China, tras darles el beneficio de la duda y darse cuenta de que no juegan con las reglas. China es una dictadura de partido y enemigo de la democracia liberal. Los países industrializados literalmente le han vendido a China la soga para que los cuelguen. Trump se retiró del acuerdo con Irán, a quien Obama no le había vendido la soga, se la regaló. Clinton, Bush y Obama, todos, ofrecieron que EE. UU. trasladaría su embajada en Israel a Jerusalén; Trump lo hizo. Bajo sus auspicios, en 2020 Israel estableció relaciones diplomáticas con cuatro países de la Liga Árabe; Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Marruecos.
La pandemia acabó con el auge que experimentaba la economía de EE. UU., y el Gobierno de Trump no tuvo una respuesta adecuada al covid-19. El establishment se burló de él cuando prometió que EE. UU. produciría una vacuna antes de terminar el año; ya están autorizadas y se están aplicando las vacunas de Pfizer y Moderna.
Durante cuatro años la prensa y el establishment lo persiguieron con saña, entre otras cosas, con la falaz histeria de su colusión con Rusia. El Congreso, dominado por el Partido Demócrata montó un linchamiento político, sabiendo que fracasaría, para desaforarlo.
Cuando Trump se vaya será parte de ese exclusivo club de personas que salen de la política más pobres que cuando entraron. Un bocón narcisista, seguro. Fue un presidente altamente efectivo, si se le juzga en base a los objetivos que se propuso. Lo veo como un sheriff que entró al pueblo para tratar de limpiarlo y sale sobre su caballo bajo una lluvia de tomatazos e insultos.