Catalejo

El ser humano no crea tecnologías infalibles

El súbito apagón mundial tecnológico lo demuestra: la Lógica, tan vieja y tan sabia, dicta normas para evitar errores humanos.

Todo pareció ser una película de ciencia ficción imposible de considerar real hace solo diez años. Pero ocurrió. El fallo de un sistema tecnológico del cual depende buena parte del mundo paralizó en varios continentes a miles de vuelos, trenes y otros medios de transporte. Dejó a su suerte a millones de pasajeros y a pacientes de hospitales, afectó a medios de comunicación (cuyas transmisiones mostraban pantallas en azul), miles de empresas pequeñas. Se debió al fallo de un nuevo sistema de vigilancia de la empresa de ciberseguridad Crowdstrike cuya traducción se puede señalar como “ataque a una multitud”, creada por una sola persona,  quien hasta ahora no se ha disculpado personalmente. Se sabe de una pérdida de 16,000 millones de dólares, según Lisa News de ayer. 

El súbito apagón mundial tecnológico lo demuestra: la Lógica, tan vieja y tan sabia, dicta normas para evitar errores humanos.

Los esfuerzos por arreglarlo ya han avanzado, pero tomarán algunos días y ello no quita lo grave de lo sucedido, aun no comprendido en sus verdaderos alcances. La humanidad de pronto y sin advertencia enfrenta una nueva comprobación de lo enormemente arriesgado de tener confianza ciega en la tecnología, una actitud arrogante no solo del ser humano en general, sino sobre todo de quienes se convencieron de su propia infalibilidad. A mi juicio, el siguiente invento causante de preocupación por colocar a las máquinas en una posición superior a la razón,  juicio e inteligencia humanas es la temible inteligencia artificial, cuyo concepto es contradictorio porque mezcla un elemento humano con otro no natural, falso (según el Diccionario de la Lengua Española).

No es un chiste: conversar, discutir y obedecer a un objeto de plástico o cualquier otro material realizado en una fábrica, obliga a preguntarle si es un ser humano. Si el cerebro humano falla, el cerebro artificial fallará; la única duda es cuándo y cuáles serán las consecuencias. Pero también la dependencia de solamente una máquina, sin apoyo, equivale a arriesgarse varias veces con la ruleta rusa si se ignora dónde está la bala. La meditación y discusión (no pleito) acerca de lo ocurrido, al ser entendida facilita la solución. La policentenaria Lógica es el instrumento, junto con el cerebro natural: cuando se usa internet jamás carecer de equipo de repuesto, no depender de un solo proveedor, obligar a tener personal las 24 horas del día todos los días del año.

Crowdstrike fue fundada en el 2011 por el estadounidense George Kurz y el ruso-estadounidense Dmitri Alperovich. Según informaciones del viernes al domingo, el problema se originó porque falló un software defectuoso de un sistema de seguridad al no haber sido realizadas suficientes pruebas, lo cual aún está por comprobarse. La compañía informó desde el sábado de un “actor de delitos electrónicos” destinado a atacar específicamente a América Latina por medio del virus crowdstrike-hotfix.zip, el cual contiene un hijackloader y este ejecuta un Remcos al ser abierto, según indica la publicación argentina Infobae. Estos datos importantísimos sirven para saber cómo actuar correctamente en defensa de este error y sugieren solo confiar en personal conocido.

La misma Lógica es la base para pensar en nuevos riesgos porque aparecerán, y aunque es imposible considerar la totalidad de posibilidades de fallo y de acciones malintencionadas, propias de las películas de ciencia ficción, ya no se puede  abandonar esta tarea por ser imposible lograrlo. Otra utopía es clara: regresar al tiempo de cuando no existía este tipo de tecnología, presente en la vida diaria en los teléfonos celulares, por citar un ejemplo, ahora convertidos en la realidad inexistente antes del año 2000, cuando el Hombre ya había llegado a la Luna y ya tenía la capacidad de destruir varias veces con bombas atómicas  su casa, el planeta Tierra, a quien se está matando a pausas por medio del cambio climático, cuya negación implica locura.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.