Rincón de Petul

El teléfono apagado de Rafael

¿Dónde estás, y cómo estás? ¿Acaso en camino a Houston a reunirte con tu hija? ¿En México? ¿En otro árido desierto?

Tras un año de no comunicarnos, mandé un mensaje a Rafael, el diminuto campesino q’eqchí, de las desérticas tierras afuera de Panzós. En la aplicación WhatsApp, la flechita gris que se queda solitaria es indicador de que el teléfono no tiene señal de internet. Las conjeturas son lo que sigue: “Pueda que no cobertura de internet cercana; pueda que esté apagado; o pueda que haya cambiado de número…”. “O pueda, como siempre lo quiso, que finalmente haya logrado marcar el número de aquel coyote”. Imaginé la conversación: “Ya estoy listo”. “¿A dónde debo ir? ¿A qué hora? ¿Cuánto? Cuánto por el viaje. Recordé que en 2019, cuando lo conocí, no lograba reunir el dinero que le exigían para llevarlos a él y su hija menor de edad. En ese entonces, recuerdo que la suma eran US$7 mil. Ahora, quién sabe cuánto. En aquel momento, el primer recorrido lo hacía por su cuenta. De su comunidad a Panzós; y de ahí a San Cristóbal Verapaz. Ahí tomaría un transporte hacia el área de Playa Grande, lugar que coincidía con lo que campesinos de otros lados nos compartían, y que lo hacía suponer como una central del coyotaje a nivel nacional.

¿Dónde estás, y cómo estás? ¿Acaso en camino a Houston a reunirte con tu hija? ¿En México? ¿En otro árido desierto?

Poca gente vi con tanta determinación de emigrar irregularmente al Norte como Rafael. Él estaba convencido. No había duda en su mente o corazón. Lo hacía como quien se inyecta una medicina sin cuya ayuda el cuerpo muere. Tenía colgada en su pared una humildísima mochila color azul. Ahí había metido desde días atrás una mudada de ropa y unos 5 otros artículos personales. Aguardando el momento en que le dijeran que el viaje estaba listo. Recuerdo cómo un día nos dijo que el coyote llamó. Y él, entonces fue con un dueño de la tienda que, según decían, prestaba dinero para el “jale” al Norte. A las diez de la noche tocó la puerta del tiendero y pidió el dinero. Su decepción fue grande cuando éste le dijo que ya no, porque había decidido en vez comprar una vaca con ese dinero.

Conocimos a Rafael y a muchos otros miembros de esas desérticas comunidades verapacenses como parte de una majestuosa pieza publicada en 2020 en la revista del New York Times y por Propublica, titulada “Where will everyone go?” (“¿A dónde irán todos?”). Su autor, Abrahm Lustgarten, es un reportero investigativo que se especializa en las adaptaciones de los humanos al cambio climático, y empezó su narración en estas comunidades guatemaltecas, para explicar cómo de aquí escapamos las inclemencias de El Niño y llegamos a tierras estadounidenses. Pero luego, cómo ese lugar también se hace insostenible y lanza así entonces la distópica pregunta sobre cuál será el próximo destino, en un mundo que se calienta y cuyos insensatos habitantes agotamos los recursos limitados del planeta.

Hablé por última vez con Rafael el año pasado. Me llamó para contarme que había logrado enviar a su hija a Houston. Me lo dijo con un entusiasmo parecido al de un padre cuando cuenta de la graduación universitaria de su hijo. Pero el viaje había sido sufrido. Ocurrió un problema temido. Un secuestro, una extorsión… una violación. El padre prefirió no contar con detalle y lo dejó abierto a la peor imaginación. Aún así, continué escuchando su determinación de antes. “Me quiero ir, Pedrito. Estoy buscando cómo”. Cuatro años pasaron desde la última vez que hablé con Rafael, y me pregunto dónde está. En su Whatsapp ya no aparece la misma foto de antes: una utópica casa, como sacada de revista, que imaginé era un recordatorio permanente de su sueño. Rafael. En los años 2000 perdió hijos en las garras de la desnutrición y la miseria sanitaria. Luego, lo destruyeron Eta y Iota. Cuando lo visité no tenía para comer más que 500 elotes secos. Y hoy, que su teléfono no muestra vida, me pregunto dónde está, y cómo está. ¿Estás vivo, Rafael? ¿Acaso en camino a Houston a reunirte con tu hija? ¿En México? ¿En otro árido desierto?

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.