MIRADOR
En torno al espíritu de la tribu
El Congreso volvió a sus andadas, y dio un lamentable y bochornoso espectáculo. No sería nada nuevo si no fuera porque en momentos de crisis —como los actuales— las condiciones lo hacen más doloso y preocupante. Una circunstancia agravante que endurece la condena hacía personajes que no dejan de practicar la delincuencia política en cada oportunidad que se les presenta.
' Me avergüenzan esos majaderos sin dignidad ni capacidad para ejercer el cargo que ostentan, y desapegados de la realidad nacional.
Pedro Trujillo
Me da vergüenza —muchísima vergüenza— que esos mamarrachos —no son todos— ridiculicen al país cada vez que tienen ocasión, mientras se llenan la boca con elogios a Guatemala y cómo se preocupan y trabajan por el pueblo. El país les importa un soberano pito, al igual que los intereses colectivos, el Estado de Derecho o guardar la mínima decencia con la que deberían de conducirse por la vida.
Después de convocar a sesión, comenzaron la reunión horas más tarde, con esa desfachatez e irrespeto propio del narcisista que le importa un bledo los otros. Rompieron la agenda del día y volvieron a introducir una moción privilegiada para atender la aprobación de préstamos y reacomodos presupuestarios que aumentaban dinero al Parlacén, al Congreso, a incentivos forestales o a una esperpéntica organización: la Asociación de Dignatarios de la Nación, cuyos integrantes, y quienes los animan, perdieron la dignidad hace tiempo, sirviendo particulares y oscuros intereses.
Un “honorable” diputado, Jorge García —de Prosperidad Ciudadana—, planteó la posibilidad de exonerar de impuestos —ISR e IVA— por 100 años, a empresas nuevas que se instalen en el país ¡No hay error!, son justamente CIEN años lo que el prohombre propuso, condenando a las que ya operan en la legalidad a dejar de ser competitivas, cerrar o pagar lo que esas otras dejarían de ingresar al fisco. A esa barbaridad ética, racional, fiscal y de justicia —criticada por muchos— se unió otra, desaprobada por otros: la de dedicar unos Q1,400 millones al pago de incremento salarial pactado por el gobierno anterior con sindicatos depredadores de fondos públicos ¿En qué momento perdimos la cabeza, la razón, la sensatez y la decencia o es que nunca tuvimos mucho de todo eso?
Ese mundo surrealista se hizo más visible cuando “otro honorable”, en esta ocasión el diputado Felipe Alejos, leyó como si fuera en subasta de pescado, el texto que debía aprobarse. Con ininteligibles balbuceos, se burlaba del ciudadano que paga su sueldo y resolvía un estúpido procedimiento de lectura convirtiéndolo en payasada circense —similar a las del gobierno anterior, a lo que está acostumbrado— que en acto formal.
A mí —extranjero en este país, y por tanto no de origen— me avergüenzan esos majaderos sin dignidad ni capacidad para ejercer el cargo que ostentan, y absolutamente desapegados de la realidad nacional, pero sobre todo del país que dicen amar. El medio que publica esta columna no permite el insulto explícito —y hace muy bien— pero esos dignatarios, y quienes les dejan que campen a sus anchas sin ponerles freno, son una auténtica porquería. O salimos de la basura política a la que nos hemos habituado o estaremos en cuarentena mental por otros 200 años.
En situación de normalidad, la mayor parte de lo que salen del Congreso es criticado; en estas condiciones, en las que hay miedo y zozobra, además de riesgo de ser infectado, lo que esos individuos hacen o permiten es abominable. No todos son iguales, pero los diferentes que den cara, golpeen la mesa y señalen a quienes así actúan. No más silencio. No más permisividad. No más paciencia. No más miedo. Es momento de actuar, de hacer la diferencia, de alzar la voz y frenar a esos delincuentes con disfraz político.