PLUMA INVITADA

Europa va a festejar como si fuera 1979

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Tal vez haya que ser mayor de 60 años para recordar la escasez de gasolina de 1979. Yo lo soy y la recuerdo. También recuerdo cuán desmoralizante fue. Entonces, como ahora, a excepción de las grandes ciudades, EE. UU. era una nación que dependía bastante del automóvil, y esperar en largas filas sin saber si podría uno llenar o no el tanque era muy desconcertante. ¿Qué ocasionó aquella escasez? El acontecimiento que la desencadenó fue la revolución iraní, que provocó que los precios del petróleo mundial estuvieran por las nubes. Pero el aumento en el precio del petróleo por sí mismo no necesariamente se traduce en escasez; puede que solo signifique precios más caros en la gasolinera, como hemos visto en fechas recientes.

' Hasta entonces, estamos ante una lección sobre los límites del manual de economía básica.

Paul Krugman

El problema fue que los legisladores no estaban dispuestos a que los aumentos en el precio mundial se trasladaran en su totalidad a los consumidores, dado que solo alrededor del 40% del petróleo que se consumía en el país era importado. Así que intentaron limitar el impacto con diversos controles de precios y distribución; no hace falta entrar en detalles. La cuestión es que, como dicen todos los libros de texto de economía, los controles de precios (no siempre) suelen conducir a un exceso de demanda sobre la oferta; por ende, las colas y la escasez.

Se trata de una fábula, pero la moraleja de la historia no es que los gobiernos deban dejar que los precios aumenten lo que tengan que aumentar para equilibrar la demanda con la oferta. Cuando los políticos no hacen lo que los principios básicos de economía dicen, no es necesariamente porque sean tontos (aunque algunas veces lo son), ni siquiera es necesariamente porque sean cínicos (aunque eso también ocurre). A veces resulta que hay buenos motivos sociales para no dejar que los mercados funcionen, aunque la intervención del gobierno tenga un costo. Por esta razón es probable que veamos una fuerte intervención de varios países en los mercados energéticos en los próximos meses.

EE. UU., donde la caída de los precios de la gasolina hace poco redujo la inflación a cero, no será uno de esos países. Pero Rusia redujo de manera drástica los envíos de gas natural a Europa y los hogares europeos se enfrentan a un enorme choque inflacionista a consecuencia de ello. Tal vez se pregunten por qué el embargo de facto de Rusia es tan importante. Después de todo no es el único proveedor de gas natural europeo y este es solo una de las fuentes de energía de este continente. Consideremos, por ejemplo, la generación de electricidad del Reino Unido. El gas representa apenas el 35% de la electricidad británica y en este momento no procede de Rusia. No obstante, las facturas de energía están por los aires en el Reino Unido. ¿Por qué?

Parte de la respuesta es que los mercados del gas natural se definen, en esencia, como regiones a las que llegan determinadas redes de gasoductos, y aunque el Reino Unido no importa gas directamente de Rusia, sí forma parte del mercado europeo del gas. El embargo encubierto de Rusia provoca que los precios de este mercado se disparen. Aun así, ¿el gas no es solo una parte del panorama británico? Sí, pero como nos dicen los libros de texto, el precio de un bien no suele reflejar su costo de producción promedio, sino su costo marginal, el costo de la unidad final y más cara. En este momento, en el Reino Unido, el kilovatio-hora marginal se produce con gas. Así que se irá al infinito y más allá, salvo que el gobierno intervenga. Lo cual sucederá.

Dejar que las cosas sigan su curso no es una opción, al menos no en una democracia. Sin intervención gubernamental, los precios de la energía subirían tanto que millones de familias quedarían en la ruina económica. Habrá que hacer algo.

 

*c.2022 The New York Times Company

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