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Fe y resistencia

La verdad de la doctrina de la fe no se basa en el número de quienes la acepten.

Los evangelios con frecuencia aseguran que multitudes se congregaban para escuchar a Jesús.  Pero también dicen que Jesús tuvo detractores.  En cierta ocasión que visitó Nazaret, donde se había criado, sus paisanos cuestionaron la fama que ya lo acompañaba y dudaron de que su predicación tuviera origen divino.  “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, dice el evangelista san Juan.  Ciertamente, durante su vida, Jesús atrajo a muchos seguidores; pero igualmente generó rechazo.  Se suele destacar el repudio de parte de las autoridades de Jerusalén que lo llevaron a la muerte en cruz.  Pero el acoso, el cuestionamiento, la resistencia a su persona lo acompañaron durante toda su vida.  Ciertamente no es ese un tema que los evangelios desarrollen con amplitud, pero tampoco lo silencian.

La verdad de la fe tiene su fundamento en la revelación de Dios en Jesucristo.

El rechazo al mensaje de Dios y la resistencia a sus profetas se remontan al Antiguo Testamento.  Profetas como Isaías, Jeremías o Ezequiel se quejan con Dios de que los ha enviado a una misión imposible.  Tienen que decir de parte de Dios palabras que generan rechazo, persecución, burla y desprecio.  Tienen seguidores, pero encuentran también resistencia y, en algunos casos, persecución.  Los detractores no aceptan que el mensaje tenga origen divino o que el mensajero haya sido enviado por Dios.

Y si pasamos al tiempo después de Jesús, el libro de los Hechos de los apóstoles, que narra con gran amplitud la obra misionera de san Pablo, da testimonio de cómo este gran apóstol generaba con igual facilidad numerosos discípulos y seguidores que creían en el evangelio como también numerosos enemigos y adversarios que lo rechazaban.

El hecho de que el mensaje se presente como venido de Dios no es razón de que genere aceptación inmediata.  Actualmente se desarrolla un proceso de profunda descristianización en algunas regiones del mundo que fueron modelos de fe cristiana.  Cuando se llega a pensar que la única realidad es la que existe en el tiempo y el espacio, la apertura a la trascendencia se vuelve imposible y todo lo que a ella pertenece, increíble.  Sin embargo, la descristianización conduce a veces a la indiferencia religiosa, pero en otras ocasiones da lugar al resurgimiento de religiones ancestrales de culto a la naturaleza o a prácticas oscurantistas.  Suelo describir el fenómeno en Guatemala como de relativismo religioso, en el que proliferan innumerables cultos e iglesias por los que transitan sus adeptos convencidos de que todo es lo mismo y da igual.

Es parte de la convicción católica tradicional —cuestionada también por algunos católicos actualmente— que un elemento esencial de la fe es la verdad.  Y la verdad es única, no relativa; pues la verdad no es la opinión que cada persona pueda tener o el gusto que pueda sentir por una persuasión, sino que es una cualidad del lenguaje cuando se ajusta a la realidad de la que habla.  Por eso, desde antiguo se desarrollaron en el catolicismo dos disciplinas que acompañan la propuesta de la fe.  Una consiste en presentar los argumentos que hacen aceptable la opción de fe, pues el acto de creer no es un salto en el vacío y la irracionalidad, sino el asentimiento a una propuesta creíble y razonable.  La otra disciplina se ha llamado siempre apologética y consiste en la elaboración de argumentos para desbaratar las objeciones que adversarios de la fe levantan contra algún aspecto de la doctrina cristiana o contra su totalidad.  La verdad de la doctrina de la fe no se basa en el número de quienes la acepten ni se desacredita porque muchos la rechacen.  La verdad de la fe tiene su fundamento en la revelación de Dios en Jesucristo conocida a través de las Sagradas Escrituras y transmitida en la Iglesia.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.