Meta humanos

Guatemala: ¿condenada a vivir entre bocinas y humo?

En esta ciudad tan pequeña todo queda lejos: el trabajo, la educación, salud y felicidad…

Un tema como el del tráfico que vivimos diariamente merece ser introducido por una variante de las letras de Humberto Ak’abal, porque quizás en esta referencia podamos entender por qué todo queda tan lejos, como otro flagelo social que debemos vivir.

No solo es en la salud que nos vemos afectados, aunque en este momento sea lo más urgente de atender.

Entre bocinas y humo, pareciera común que fruncimos el ceño de desagrado cada mañana y cada noche. Vemos pasar delante de nuestros ojos la vida, con horas y horas de desgaste físico, emocional y psicológico, de cuatro a cinco horas al día, de 20 a 24 horas a la semana, cuatro días al mes y aproximadamente 46 días al año… Sí, todo eso en el tránsito.

No estamos lejos, realmente; a escasos kilómetros nos podríamos conectar con la infraestructura y servicios básicos para nuestro desarrollo, pero sin transporte colectivo, sin aceras para caminar y sin ciclovías para recorrer, estar sujetos a un vehículo individual o a un transporte colectivo deficiente limitan nuestros derechos más esenciales, y, a largo plazo, producen efectos nocivos en la sociedad, efectos que de hecho ya se sienten, no solo en lo individual, sino en lo colectivo.

En los hospitales, por ejemplo, se reproducen salas repletas de accidentes vehiculares, en su mayoría de motocicletas, como si fuese una pandemia más, donde cientos de guatemaltecos debemos sufrir las inclemencias de la precarización del sistema de salud pública. Pero no solo son esas salas las que me preocupan, son las decenas de ciudadanos con diabetes, obesidad e hipertensión, de la que poco se habla, producto del sedentarismo, calidad del aire, estrés y salud mental que produce la movilidad humana a diario, dejando miles de decesos.

No solo es en la salud que nos vemos afectados, aunque en este momento sea lo más urgente de atender. Se nos ve limitado el derecho a estudiar, cuando vemos que la universidad queda lejos, ya que el transporte público deja de funcionar a ciertas horas; a fuentes económicas, cuando gastamos más del 10% de nuestro salario en transporte; a la felicidad, cuando en vez de pasar tiempo de calidad con nuestra familia o con nosotros mismos, la pasamos atorados junto a otras cien personas en un bus de 60 máximo o incluso solos en un vehículo que provee de espacio individual a costas de espacio para la gente.

Claro, esta problemática no es nueva, y este artículo no es el primero ni el último donde se abordará el tema, pero sí tiene una diferencia sustancial, y es… UN LLAMADO DE AUXILIO, para que aquellos quienes también se quejan del tránsito, pero que hoy tienen poder de toma de decisión sobre el Estado, que no solo es URGENTE, sino vital que para que la calidad de nuestra vida no vaya en detrimento.

No solo es la promesa de un metro para la ciudad, sino de soluciones integradas que nos permitan vivir de forma más placentera, son leyes que coadyuven a las soluciones territoriales, son proyectos que nos permitan caminar, son calles que nos conecten entre ciudadanos, actividades culturales y políticas.

Y aunque piensen que es mucho lo que se pide, recuerden que nunca es demasiado cuando hablamos del futuro de un país tan pequeño y tan distante en sus derechos; así que el indulto para esta condena será que pensemos en la economía de la solidaridad a nivel individual, y a nivel de Gobierno en una perspectiva que priorice al ciudadano sobre los vehículos, dejando que el centro de esta administración sea la gente.

En pocas palabras… O se ponen las pilas o moriremos en cajones de cuatro a cinco puertas, entre bocinas y humo.

ESCRITO POR:

Kevin Carrillo Segura

Arquitecto, egresado de la Universidad de San Carlos de Guatemala, con estudios de posgrado en desarrollo urbano y territorio, doctorando en políticas públicas y docente de vocación.