la buena noticia

Guatemala se desangra y agoniza

Jesús despierta asombro entre la multitud al recuperar la vida y dignidad de aquellas mujeres.

Estamos en el capítulo 5 del evangelio de Marcos. Jesús regresa de la Santa Misión Popular en la Decápolis, al norte de Palestina. Al bajar de la barca “un gran gentío” lo esperaba. Su propósito con aquel pueblo que lo acoge es avanzar en su movimiento profético al servicio del reino ofreciendo salud a todos e incluyendo y dignificando a las mujeres.

No teman, basta que tengan fe y se lancen a construir juntos una nueva Guatemala.

El evangelista focaliza su atención en una niña de 12 años que agoniza, y en una mujer que lleva 12 años padeciendo de una enfermedad que la avergüenza y excluye de la comunidad. La primera, apenas comenzando su juventud, mientras su padre angustiado sale a buscar auxilio y se encuentra con Jesús. La segunda, rompiendo toda costumbre y norma, ya cansada y sin esperanza, se acerca a Jesús entre la multitud con el anhelo de ser curada.

En un contexto machista y patriarcal, donde el género femenino está tan invisibilizado en la sociedad y en su manifestación religiosa, sorprende que entre la multitud que sigue a Jesús, el evangelista, centre su interés en aquellas dos mujeres, para enseñarnos que Dios está siempre del lado de los más vulnerables y descartados.

Es significativo este dato, sobre todo  el de la mujer que sufre flujos de sangre, presentada transgrediendo las reglas de pureza de su tiempo. Por el tipo de enfermedad que padecía no debía tocar a nadie, menos a un varón. Pero ella pasa por encima de esas normativas y toca el borde del manto de Jesús. La curación es fruto de esa acción, de su audacia, de su persistencia para buscar la salud. Jesús le dirige palabras de estímulo: “Hija, tu fe te ha sanado, vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Jesús despierta asombro y fascinación en medio de aquella multitud de gente pobre, enferma y marginada, al recuperar la vida y dignidad de aquellas mujeres, que, además, las empodera para que se involucren en su proyecto del reino para la transformación de la sociedad.

Esto mismo anhelamos nosotros ante la situación de crisis social y humanitaria que vivimos por los desalojos violentos de comunidades indígenas, el hambre de los niños que se expande, el desempleo en aumento, la lacerante realidad de un pueblo ninguneado, el alto costo de la vida que desespera y un país bloqueado en sus carreteras producto de la corrupción.

No acudimos a Jesús como si fuera un especialista singular para resolver nuestros problemas personales y sistémicos, sino más bien somos atraídos por él, que nos inspira confianza, para luchar con esperanza y tenacidad, sin dar marcha atrás, y alcanzar nuestras legítimas aspiraciones. Confiando en él enfrentamos el miedo de la enfermedad, la complejidad de las situaciones de la vida, la perversidad de los corruptos y la oscuridad de la muerte.

Los problemas históricos y estructurales que tenemos, ahora evidenciados en el régimen de corrupción para la impunidad, que se ha venido consolidando desde la expulsión de la Cicig, hacen que Guatemala se desangre como aquella mujer o muera lentamente como aquella niña. La situación se complica más si caemos en el conformismo de los amigos de Jairo, que le dicen: “No sigas molestando al Maestro”, o sea, olvídalo, no hay nada que hacer, no vale la pena insistir, así son las cosas, es voluntad divina.

A quienes han perdido la esperanza de que este régimen instalado desde 1954 pueda ser derrocado, Jesús dice hoy: “No teman, basta que tengan fe” y se lancen a construir juntos la nueva Guatemala que integra a los excluidos y dignifica a las mujeres, la que construye la paz y recupera la justicia, la que ofrece vida digna y un desarrollo integral para todos. 

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.