LA BUENA NOTICIA

¿Hay lugar para Dios?

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¿Hay lugar para Dios en la sociedad o es Él una entidad estrictamente privada y carente de importancia pública? Planteo la pregunta en el contexto de las medidas sanitarias impuestas con ocasión de la pandemia. Esas medidas incluyen la prohibición de actividades que supongan la concentración de personas, excepto aquellas que alguien dictaminó que eran de primera necesidad. Se han suprimido las actividades deportivas y los espectáculos, pero sorprendentemente también las escolares, las religiosas y varias productivas. ¿Ninguna de estas merece la categoría de “primera necesidad”? Se permiten actividades que concentran personas en mercados, bancos y oficinas públicas, con la condición de que se realicen de modo que se reduzca la probabilidad de contagio. Son actividades tan necesarias que hay que mantenerlas aun a riesgo de contagio. De acuerdo. Dios, entonces, no debe ser tan necesario, como para permitir que haya liturgias y cultos participativos, con regulaciones reductoras de riesgo semejantes a las que se aplican en los bancos y mercados; con 25 personas en una iglesia en la que caben 500. ¿Cómo es posible que el recurso a Dios, en quien muchos encontrarían sentido, fortaleza y esperanza para afrontar esta pandemia, se frustre en las puertas cerradas de las iglesias? ¿No tiene Dios nada que aportar al bien común y a la superación de la pandemia que ni siquiera es posible entrar a una iglesia para hacer oración?

' La fe en Dios, cuando se asume en serio, produce ciudadanos moralmente responsables ante Él.

Mario Alberto Molina

Sé que una pluralidad de personas responderá que no tiene nada que aportar. Experiencias personales negativas en el ámbito eclesial, una presentación distorsionada del Dios revelado en la tradición judeocristiana, una fijación en los delitos y aberraciones cometidos por cristianos a lo largo de los siglos o simplemente una exclusión sistemática y metódica de toda forma de trascendencia suelen ser causas de ese no. Pero en una sociedad que busca el bien común, ¿se puede negar también el derecho de acceder a las iglesias para dar culto a Dios a otra buena parte de los ciudadanos hasta que pase la pandemia? Me imagino que esto va para largo.

Enumero tres aportes de Dios, como lo conciben los cristianos, a la construcción del bien común, que ameritan que Él tenga espacio público en la sociedad. El primero: la historia de las relaciones de Dios con la humanidad como ha quedado narrada en las Sagradas Escrituras ofrece un relato que da sentido para la vida personal y social. Esa historia enseña que la creación es consecuencia del amor de Dios. El amor, no el azar, no la necesidad, no el conflicto, está al origen de la historia humana. Amor que vuelve a manifestarse en la misión de Jesucristo que ofrece el perdón frente al delito y la vida eterna ante el hecho de la muerte. Segundo aporte: Dios exige a los hombres responsabilidad moral antes que culto y liturgia. Culto y liturgia son perentorios, no tanto porque Dios los necesite, sino porque así le damos lugar en la vida personal y social. La exigencia principal de Dios es la obediencia moral, porque sus mandamientos prohíben acciones que nos destruyen como personas y como sociedad y promueven acciones que nos construyen personal y socialmente. La fe en Dios, cuando se asume en serio, produce ciudadanos moralmente responsables ante Él. Tercero: La fe en Dios hecho hombre en Jesucristo nos revela quién es el hombre. Fundamenta la igual dignidad de toda persona con su semejante, fomenta la hermandad radicada en la comunión en Dios y, por lo tanto, el sentido de unidad social. A medida que se debilita la presencia de Dios en la conciencia mengua también su influjo benéfico a la construcción del bien común.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.