MIRADOR

Impuestos que desafían la razón

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Posiblemente usted desconozca a cabalidad cuantas clases de impuestos paga, el monto de estos y la razón de ser de muchos de ellos. Algunos son relativamente fáciles de comprender e incluso hay un cierta lógica, detrás de ellos que es difícil de confrontar. Otros, por el contrario, representan un desafío o suponen, incluso, un insulto a la razón, y nos hemos acostumbrado a pagarlos sumisamente sin rechistar, con actitud propia de ciudadanos que no reclaman sus derechos.

' Lo que hacen realmente los Estados es castigar sistemáticamente al exitoso, a quien arriesga, al emprendedor.

Pedro Trujillo

Si algo persigue el ser humano es hacerse con una vivienda propia y un vehículo que lo transporte. Estas dos aspiraciones —cuando no necesidades— están en la mente de la mayoría de las personas. Por tanto, usted ahorra durante tiempo, quizá pida un crédito bancario y termina por adquirir su vivienda con mucho esfuerzo. Paga por todo: el terreno, la construcción, las escrituras, los honorarios del escribano y otras cuestiones que no es necesario explicar. Y cuando por fin tiene su propiedad, el Estado decide que anualmente le debe de pagar una suma en función del precio de su casa ¿Cuál es la lógica que subyace detrás de todo esto?, seguramente ninguna pero así funciona. Se castiga a quienes se esfuerzan, trabajan, ahorran, emprenden y han pensado en su futuro y en el de sus hijos. El exitoso y decidido es sencillamente penado por un Estado que saca dinero de lo que no es suyo ¿Qué servicio le presta la administración pública por ese pago? Ninguno. No hay contraprestación porque seguramente usted tiene pozo de agua o depósito hecho por el constructor, paga aparte la basura y también la electricidad que consume, además de la seguridad. No hay consecuentemente contraprestación, es simplemente una clavada oportunista, depredadora y sin sentido.

Si supera lo anterior y decide, además, adquirir un nuevo vehículo, modernizarse y dejar atrás el viejo carricoche, el Estado se lo premia con un impuesto a la circulación. Algunos lo justifican porque ese dinero es para construir o mantener las carreteras por las que usted circulará o porque contamina el aire, lo que convierte el debate en un difícil asunto, ya que en el otro plato de la balanza hay argumentos. Se soslaya, sin embargo, que los vehículos que más desgastan, contaminan, son propensos a más accidentes y a fallos mecánicos, son los más viejos que justamente son los que menos pagan Es decir, hay un contrasentido entre la justificación impositiva y el pago. Lo lógico sería que si el vehículo es nuevo, y produce “menos daño”, la tabla impositiva debería ser a la inversa de cómo es actualmente, y deberían pagar menos los nuevos que los viejos. Lo que hacen realmente los Estados es castigar sistemáticamente al exitoso, a quien arriesga, al emprendedor. Lo disuaden de cambiar de carro o de pedir un crédito porque el mensaje es: manténgase como esta, no cambie ni invierta porque si descubrimos que lo hace lo volveremos a clavar como ya hicimos cuando compró su casa.

Otra sinrazón es el famoso boleto de ornato, y si su finalidad es mantener limpias calles y plazas, no tiene sentido que se lo pidan para tramitar, por ejemplo, el DPI ni mucho menos que tenga un precio diferente en función de lo que usted gana, como si el más exitoso en su trabajo ensuciase más las calles, otra estupidez de la irracionalidad impositiva.

Nos habituamos a trabajar para pagar caprichos de estatistas que viven de nuestro esfuerzo y nos adaptamos a un sistema que no resiste el menos análisis lógico ¡Y dicen que el hombre es el único ser racional!

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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