LIBERAL SIN NEO

Interseccionalidad: soy víctima

En mi columna de la semana pasada mencioné el término interseccionalismo, en el contexto de la “guerra por la justicia social”; varios lectores me preguntaron sobre su significado. La interseccionalidad es el sustento ideológico detrás de lo que comúnmente se conoce como “política de identidad”. La interseccionalidad está profundamente incrustada en la psiquis de diversas organizaciones y grupos de “resistencia” y activismo político, en la academia es hoy una herramienta indispensable de la sociología. La semana pasada una universidad privada en Guatemala realizó un congreso de antropología y sociología con el título “Interseccionalidad: toda opresión está conectada”.

' Una coalición de víctimas solidarias para crear un paradigma de “nosotros” contra “ellos”.

Fritz Thomas

Sus raíces intelectuales se encuentran en el movimiento feminista. El término “interseccionalidad” cobró vigencia en 1989 a raíz de un artículo de Kimberlé Crenshaw, “Desmarginalizando la intersección de raza y sexo”, explicando cómo la condición de mujer y afrodescendiente se intersectan al ser discriminada y oprimida. Lisa Cole propone que “lo que se percibe como formas dispersas de opresión, como racismo, clasismo, sexismo y xenofobia, son mutuamente dependientes y se intersectan por naturaleza, y juntos componen un sistema unificado de opresión”. A Patricia Hill Collins se le atribuye una teoría más robusta de interseccionalidad, al explicar cómo las fuerzas de raza, género, clase social, sexualidad y nacionalidad se intersectan en la manifestación de una “matriz de dominación”. Todas las posibles calidades de “víctima” se intersectan en un sistema que las oprime.

La interseccionalidad es hija intelectual del marxismo, en el sentido que interpreta la organización de la sociedad y la dinámica social desde el prisma de relaciones de poder, opresores y oprimidos, explotadores y explotados. En el pasado, en la pirámide de opresión, los capitalistas —los ricos— estaban hasta arriba y la clase trabajadora abajo. Ahora la cima es más complicada y hay toda una jerarquía de grupos que están abajo. En la pirámide de opresión, el capitalismo sigue estando arriba pero comparte el privilegio con la clase “blanca patriarcal heteronormativa”, mientras que la base tradicional compuesta por la clase trabajadora comparte lugar con una nueva “clase revolucionaria oprimida” en la que se intersectan y confluyen la mujer, el negro, el indígena, el gay, el o la transexual y el minusválido. El destino histórico de la nueva clase revolucionaria es socavar las relaciones de poder y construir una nueva sociedad.

Parafraseando a Ben Shapiro, usted solo tiene importancia en relación a su identidad y rango en la jerarquía de la interseccionalidad. Su valor depende de a cuántos grupos de víctima pertenece. Si es mujer, es una víctima, pero no tanto como una mujer gay, que es menos que una mujer gay indígena. En la medida que pueda reclamar más membresías de grupos oprimidos, es más alto su rango en la jerarquía de interseccionalidad. La interseccionalidad toma el estatus de víctima y lo utiliza como base para crear alianzas con otros grupos de víctimas. Surge una coalición de víctimas solidarias para crear un paradigma de “nosotros” contra “ellos”.

En una inmortal frase de Martin Luther King, dice soñar con una sociedad en la que a un hombre se le juzga por el contenido de su carácter y no por el color de su piel. Ese tren se pasó del sueño y se ha descarrilado. La interseccionalidad es un engaño; la persona no se valora por lo que dice y hace, sino por su identidad, a que “grupo” pertenece. Es difícil pensar en una idea que sea más contraria a la libertad y la dignidad humana.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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