LA BUENA NOTICIA

Invocando el nombre de Dios…

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Mañana celebramos el aniversario de la Independencia de Guatemala. Esa Independencia tiene hoy su expresión jurídica en la Constitución Política de la República, que es el documento que le da identidad y consistencia. El exordio comienza con una invocación a Dios. “Invocando el nombre de Dios, nosotros, los representantes del pueblo de Guatemala, … solemnemente decretamos, sancionamos y promulgamos la siguiente Constitución Política de la República de Guatemala”. Esa invocación expresa la idea de que el recto funcionamiento de la República será posible en la medida en que ciudadanos y gobernantes tengamos conciencia de que somos responsables ante Dios de la gestión del Estado. Con frecuencia esa parte se olvida, Dios se margina y el estado funciona, no a partir de principios morales, sino de acciones que tienen como objetivo el abuso del poder, el enriquecimiento ilícito y el interés sectorial. El resultado es la corrupción, la ineficiencia y la impunidad en la administración del Estado y en consecuencia la pobreza excluyente, la violencia mortal y la migración alienante entre los ciudadanos.

¿Qué lugar ocupa Dios en el ordenamiento del Estado? Se ha intentado responder a esa pregunta a partir del pasaje evangélico en el que Jesús sentenció que al César y a Dios se debe dar lo que a cada uno corresponde. Jesús nació y vivió en territorio judío ocupado por el Imperio romano. Ese Imperio reclamaba para sí dignidad divina en la figura del emperador. Cuando las inscripciones imperiales incluían la frase divo Caesari, es decir, al divino César, la frase no era una metáfora. El emperador era la concreción de la divinidad del Estado; y el culto imperial era la garantía de la pervivencia del Estado. Por eso la pregunta que le hacen a Jesús lleva consigo una trampa. Si Jesús dice que no hay que pagar el tributo imperial porque eso sería dar culto al Imperio, se convierte en subversivo a los ojos de las autoridades romanas. Si en cambio dice que sí hay que pagar, puede ser acusado de traicionar la soberanía del Dios de Israel sobre su pueblo.

La conocida respuesta de Jesús rebate la idea de que Dios y el César estén al mismo nivel. El estado no es Dios. Ahora bien, la sentencia de Jesús no consagra la separación la iglesia y el estado como usualmente se afirma. La sentencia de Jesús declara la desdivinizacion del Estado y del emperador. El César es solo un hombre que algún día deberá dar cuentas a Dios de su actuación moral. Pagarle los impuestos no es un acto de culto.

' Sin Dios difícilmente tendremos el sentido moral para construir un Estado justo e incluyente.

Mario Alberto Molina

En la doctrina social de la Iglesia, la organización política de la sociedad parte de la primacía de la persona, creada a imagen de Dios, redimida por Cristo del pecado y de la muerte y llamada a compartir la vida eterna con Dios más allá de la muerte. Esa dignidad se manifiesta en el ejercicio responsable de la libertad. La organización política de la sociedad debe respetar esta vocación de toda persona. Por eso debe fundarse en criterios éticos, en la defensa de la verdad y en el reconocimiento de la supremacía de Dios. Los ciudadanos y gobernantes que constituyen el Estado saben que deberán dar cuentas a Dios de su actuación. Pero Dios ejercerá su señorío moral si además de estar en el exordio de la Constitución está también en la conciencia de las personas. Solo así ciudadanos y gobernantes procurarán actuar con sentido moral, buscarán el bien común y generarán con sus acciones una sociedad justa.

En este aniversario de la Independencia es bueno tomar conciencia de que, si Dios no es un referente de nuestras acciones, difícilmente tendremos el sentido moral para construir una sociedad y un Estado justo e incluyente.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.