CATALEJO

Isidoro Zarco, a medio siglo de su inmolación

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Ayer se cumplieron cincuenta años, medio siglo, del asesinato de Isidoro Zarco, Chilolo para todos sus múltiples amigos. Salió de su casa a las 9 am rumbo a Prensa Libre y estuvo dictando su última columna, cuya última frase hablaba de continuar al día siguiente y fue: “Continuaré mañana este tema”. No lo dejaron. Al pasar cerca del puente de La Barranquilla (situado al lado del hoy llamado estadio Doroteo Guamuch), guerrilleros a las órdenes de Pablo Monsanto le dispararon cobardemente, sin piedad. La columna Problemas y Soluciones era la tribuna donde con valentía comentaba las carencias del país, entonces de solo 4 millones de habitantes. Fue un mártir de la libertad de prensa, la cual ejerció sin percatarse del riesgo a su vida.

' Los títulos de sus columnas demuestran el retroceso del país en tantos órdenes. Parecen haber sido escritas ayer.

Mario Antonio Sandoval

Chilolo, un buen hombre, generoso, fue uno de mis maestros de periodismo. Al verlo ensangrentado, acribillado, decidí ejercer el periodismo mientras viviera, y lo he cumplido. Yo era un joven reportero entonces y en ese momento me di cuenta de la importancia para una sociedad de tener columnistas independientes, todos en realidad inconscientes del riesgo mencionado. El periodismo informativo es importantísimo, pero el orientador, ejercido en columnas y editoriales, a la postre resulta ser el más importante, sobre todo si su temática es política y por eso se enfrenta a enemigos invisibles, unidos por el temor entre politiqueros, corruptos y adláteres, interesados en evitar el progreso, el beneficio de amplios sectores por medio de mantener privilegios.

Chilolo vivió en un tiempo de confrontación ideológica en el istmo, propia del tiempo de la Posguerra y de la incipiente guerrilla inspirada en el castrismo. Cayó como soldado de una lucha basada en criterios distintos, ambos sangrientos. No puedo imaginar cómo escribiría ahora, cuando la corrupción se apoderó de ambos grupos y el mundo de hoy en día mantiene esa lucha, pero no por las armas sino por acciones cuestionables, por decir lo mínimo. De la población guatemalteca actual, apenas un 15% encierra a quienes lo leyeron o solo supieron de él. Las fuerzas del mal ahora no asesinan a periodistas, porque siempre habrá sustitutos. Su blanco son ahora los medios, descalificados también por cobardes y anónimos cuyos vehículos son las redes sociales.

Chilolo y su temática sigue hoy siendo la misma, o muy parecida. La lista de sus columnas publicadas en el libro El pensamiento vivo de Isidoro Zarco, recopiladas por doña Tere de Zarco, su viuda, incluyen siete sobre el tema del precio de las medicinas, un lujo; del monopolio y la carestía de estas, y sobre su encarecimiento; “hay que humanizar la policía”; “despistolización y protección”; “el sector privado: su deber para el progreso social”; “las granjas penales y los estupefacientes”; “secuestros, rescates y asesinos de paga”… al leer ese corto listado se evidencia el retroceso del país. Hay artículos destacables: “la azarosa profesión del periodista”; “el interés nacional está sobre cualquier otro”, y uno, por infortunio profético: “inútilmente ha corrido mucha sangre”.

Chilolo engrosó las filas de los directores de prensa escrita asesinados: Alejandro Córdova, de El Imparcial, (1944), al cual perteneció también Mario Ribas Montes; Roberto Girón Lemus y Jorge Carpio (1993). Tristemente, nadie se acuerda de ellos… porque la tarea periodística es efímera y débil la memoria de los pueblos. Su castigo fue “por el delito de pensar en voz alta, de clamar cordura”, por el crimen de gritar “ya no más odio, no más sangre, no más muerte” (Claraboya, de mi padre, Mario Sandoval Figueroa, 2 de febrero de 1970). Estas líneas solo son un homenaje de profundo afecto y reconocimiento. Las lágrimas se secaron hace mucho y fueron sustituidas por la admiración profesional, aunada al cariño personal forjado a fuego lento desde las reuniones sabatinas con él y mis padres.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.