LA BUENA NOTICIA

La conciencia

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“Póngase la mano en la conciencia”. Pronunciamos la frase para pedir a quien se la decimos que actúe con rectitud y justicia. La frase está asociada a la idea de verdad, de justicia, de rectitud, de bondad en la conducta.

' Esta ley natural, conocida por la razón, ha dado origen a los códigos éticos.

Mario Alberto Molina

El concepto de “conciencia” designa dos realidades complementarias. Una pertenece al ámbito de la identidad, y es la conciencia “personal”. Es el conocimiento que cada persona tiene de sí misma. Nuestra atención normalmente se dirige a conocer lo que nos rodea, lo que está fuera de nosotros. Pero cuando la persona toma conciencia de sí misma, dirige su atención cognoscitiva hacia sí. La persona en cierto modo se desdobla, es capaz de hablar consigo misma y de ese modo se conoce a sí misma, recuerda y asume su historia, capta su identidad y se proyecta en la sociedad. Precisamente de esa capacidad de desdoblarse sobre sí misma surge la libertad personal, la capacidad de elegir el bien, de tender a la belleza, de conocer la verdad. De la capacidad de conocerse a sí misma, la persona adquiere la de construirse a sí misma a través de las decisiones y acciones que tome, que deben ser “buenas”.

Aquí surge el otro significado de “conciencia”. La conciencia moral es el ámbito interior en el que la persona delibera, argumenta, pondera y valora la rectitud de sus acciones. La conciencia moral de una persona juzga la calidad ética de las acciones que llevará a cabo. Pero, ¿en base a qué criterio puede juzgar la conciencia moral la calidad ética de la acción que la persona piensa ejecutar? En este punto la moral católica ha tenido una concepción muy peculiar. La encíclica del papa Juan Pablo II, El esplendor de la verdad, es una exposición de la doctrina clásica frente a las corrientes disidentes dentro del catolicismo.

La persona humana es capaz de pensar, de razonar y de conocer la verdad de las cosas. Es capaz no solo de conocer la verdad; también capta la belleza y, por lo tanto, puede también conocer lo que es bueno y distinguirlo de lo que es malo. A través de la razón uno puede examinar, por ejemplo, la capacidad humana de hablar: para qué sirve y qué usos del lenguaje construyen a la persona y a la sociedad y qué usos del lenguaje causan destrucción. Y del examen de la naturaleza y uso del lenguaje se pueden formular criterios éticos sobre su uso constructivo; es decir, bueno. De igual forma, uno puede conocer la estructura y naturaleza de los diversos ámbitos de la existencia humana: la vida, el trabajo, la sexualidad, la familia, la sociedad, la política, el comercio y luego deducir para cada uno de esos ámbitos su estructura, naturaleza, función y establecer qué acciones construyen y cuáles destruyen porque son contrarias a la naturaleza de las cosas. Surge así la “ley natural”.

Esta ley natural, conocida por la razón, ha dado origen a los códigos éticos, desde los más simples como los “Diez mandamientos” bíblicos hasta los tratados de moral. Mentir es malo, no porque Dios haya dicho “no mentirás”. Dios dio ese mandamiento, porque mentir es contrario a la naturaleza y propósito del lenguaje humano. Dios prohibió en la Biblia las acciones contrarias a la naturaleza de las cosas creadas por Él. La conciencia moral se forma cuando la persona interioriza el código ético que le permite juzgar si una acción es constructiva o destructiva sea de sí misma, de su prójimo, de la sociedad o incluso del ambiente. Las decisiones éticas en campo político suelen tener carácter prudencial, pues los referentes bajo consideración son múltiples. Pero lograr el bien común es el objetivo seguro. Así que cuando pedimos a alguien que se ponga la mano en la conciencia, lo urgimos a hacer ese discernimiento moral.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.