VENTANA

La danza de las doncellas

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Les cuento una historia muy especial que revela la riqueza cultural de Guatemala. Se refiere al extraordinario Entierro Real del gobernante K’utz Chman, que significa “sacerdote buitre”, y data de hace más de 2,000 años (350-100 a.C). Los arqueólogos Christa Schieber de Lavarreda y Miguel Orrego, directores del Parque Nacional Arqueológico Tak’alik Ab’aj (TA), lo descubrieron en 2012. El personaje portaba un hermoso collar de jade con un pendiente con la imagen de un zopilote. Viene al caso mencionar que los zopilotes poseen una mirada y un olfato muy agudos. Eliminan la carroña, limpian el ambiente, que de otra manera sería terreno fértil para enfermedades. Tuve el privilegio de conocer ese entierro real previo a que fuera levantado por motivos de seguridad. La tumba se encontraba debajo de las estructuras construidas en siglos posteriores. Había permanecido sellada, intacta, tal y como la dejaron sus antiguos pobladores. Al bajar sentí la inevitable sensación de regresar en el tiempo. Creí escuchar voces… “och b’ ih…”, que en maya clásico significa: “entra en el camino… vuelve a las estrellas”. Imaginé a todo un pueblo despidiendo a su amado gobernante. En estado de asombro, Christa, con una varita de madera, señaló y dijo: “El cuerpo fue colocado aquí, en esta cavidad marcada por tres piedras de cada lado con una orientación norte–sur”. No se encontraron huesos porque la humedad del suelo los desintegró. Sin embargo, el extraordinario y sofisticado ajuar del personaje, compuesto por cientos de cuentas finamente talladas de jadeíta miniatura. Revelaban donde había sido colocado el cuerpo. Admiré, sorprendida, el taparrabo que parecía una filigrana de jade. También las muñequeras y las tobilleras formadas por diminutos tubitos de jade. Tenían el diseño ¡de alas de ave! “No cabe duda que el zopilote fue la fuerza, el nagual, de este gobernante”, expresé. Pero la historia del entierro no termina aquí. La completa una ofrenda extraordinaria de seis bellísimas figurillas femeninas, modeladas en barro, que fueron colocadas cerca de la cabeza, que está orientada hacia el norte, donde viven los ancestros. Cada figurilla es distinta. La más joven está embarazada y lleva diminutas cuentas de jade como orejeras. Otra tiene hoyuelos en las mejillas y le gira la cabeza. Una tercera es de piel morena, con una prótesis minúscula en la barbilla que esconde su mentón huidizo.

' La pandemia del covid-19 ha venido a despertarnos de nuestro distanciamiento con nuestro entorno natural.

Rita María Roesch

La posición de cada doncella fue acuciosamente considerada. Cuando Christa y Miguel levantaron cada figurilla sobre sus diminutos pies descubrieron que ¡conformaban un cosmograma! Cada doncella representaba un costado cardinal del universo: norte, sur, este y oeste. Pero, ¿por qué eran seis y no cuatro? Con las investigaciones posteriores se descubrió que: para el maya antiguo, el eje este-oeste era el primordial. Para nuestra sociedad moderna occidental es el eje norte-sur. El maya antiguo, en sus representaciones de los cuatro puntos cardinales, colocaba el oeste arriba, el este abajo, el norte a la derecha y el sur a la izquierda. Las doncellas lo refuerzan, porque vienen en pares. Son dos para el oeste y están una frente a la otra. Las del este se dan la espalda. Es muy probable que el artista que modeló las figurillas sabía que, como punto culminante en el funeral, se ejecutaría en vivo una danza sagrada escenificando los cuatro puntos cardinales y el trayecto cotidiano del sol, que se hunde en el mar, en el oeste y reaparece en el este, sobre la cadena volcánica. La doncella que marca el sur, la más pequeña de las seis, y la figurilla que marca el norte, la más grande de todas, miran hacia el sur las dos. ¿Por qué? Porque el sur es el punto cardinal donde se encuentra el inframundo y hacia ese lugar descenderá primero K’utz Chman en este último viaje. Luego subirá hacia el norte, hacia las estrellas, donde habitan los ancestros. Reflexión final: La pandemia del covid-19 ha venido a despertarnos de nuestro largo distanciamiento con nuestro entorno natural. Ahora ya no podemos separarar a nuestras familias, empresas y país de ese contexto. “Viene una nueva era”, recordó el Clarinero. La cultura maya puede brindarnos lecciones que muestran cómo hay que vivir en el futuro.

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