LA BUENA NOTICIA
La misericordia y el juicio
El atributo principal del Dios bíblico es su misericordia. Pero eso no impide que también se hable de su juicio sobre justos e injustos e incluso de su ira frente a los soberbios y perversos. Dios ejerce el juicio a través de Jesucristo, que premia a los que son idóneos y deja en las tinieblas de la frustración a quienes no supieron actuar con rectitud. La predicación católica corre el riesgo de hacer de Dios un mequetrefe que por misericordia todo lo tolera, todo lo perdona, todo lo pasa por alto. Pero un Dios incapaz de distinguir el bien del mal y de hacer justicia es el paladín de la impunidad universal y hasta le da legitimidad teológica en la convivencia social.
Jesús contó muchas parábolas en las que aborda el tema del mal moral en el mundo. Una de las más conocidas es la parábola de la cizaña en el campo, hasta el punto de que la expresión “meter cizaña” es de uso común y significa incordiar; trastornar una realidad buena con un influjo destructor. La parábola cuenta la historia de un agricultor que sembró buena semilla en su campo; pero un enemigo suyo, a escondidas, regó también semilla de cizaña. De modo que cuando el grano bueno germinó también lo hizo la maleza. Los trabajadores del agricultor querían arrancar la cizaña del campo, pero no los dejó, pues quizá arrancarían también el buen grano. Pero al tiempo de la cosecha, el agricultor ordenó a sus trabajadores que separaran unos de otros y que guardaran el grano y quemaran la mala hierba.
' Dios sabe distinguir la rectitud de la maldad.
Mario Alberto Molina
Por supuesto que ningún buen agricultor procede de ese modo; la maleza se arranca cuanto antes. En las parábolas, el personaje con conducta ilógica usualmente representa a Dios. Jesús explica la parábola: el campo es el mundo, el agricultor es él mismo, sus trabajadores son sus ángeles y el trigo y la cizaña somos los hombres y mujeres de este mundo: unos que hacen el bien y otros que siembran corrupción, violencia, mentira y destrucción. Jesús parte del hecho de que en el mundo hay gente que hace daño, que destruye la sociedad con sus acciones. Pero Dios no procede a arrancar de inmediato a los malvados de este mundo. Quien hoy parece cizaña quizá más tarde muestre ser buen trigo. Los humanos no estamos programados para ser buenos o malos, sino que somos libres, y si hoy nuestras acciones son destructivas, mañana nos podemos convertir y comenzar a comportarnos de modo constructivo o al revés. El tiempo presente es el tiempo de la paciencia de Dios, cuando llama a la conversión. Pero al final de la historia, y en realidad, al final de la vida de cada persona, quedará manifiesto a la luz de Dios si logró construirla en el bien o frustrarla en la maldad. Jesucristo habla del horno encendido como destino de los malvados; la imagen causa estupor. El hecho es que, por sus acciones negligentes y perversas, una persona puede terminar su vida en fracaso y frustración. La verdad de Dios evidencia el hecho. Ejerce así su justicia como fundamento del orden moral. Ni la Biblia ni la Iglesia identifican quiénes han tenido ese desenlace en su vida, pero la Escritura asegura que los hay. En la parábola de Jesús los agricultores reunieron la cizaña y la quemaron.
La misericordia de Dios se manifiesta en que envió a su Hijo Jesucristo para el perdón de nuestros pecados y para abrirnos el camino hacia su plenitud. Esa misericordia se hace patente cuando ofrece el perdón de antemano como motivación para el arrepentimiento. Se muestra paciente cuando nos da largas, a pesar de nuestra reincidencia en el mal. Pero es blasfemo pensar que la misericordia de Dios implique también la supresión de todo juicio moral objetivo y la anulación de la responsabilidad moral de las personas.