LA BUENA NOTICIA

La Navidad

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La palabra “navidad” se produce por la síncopa de la sílaba “ti” en la palabra “natividad”. El término alude claramente al acontecimiento del nacimiento de Jesús. Dicho así, se podría deducir que la fiesta es la conmemoración del cumpleaños de un hombre que hizo historia. Para quienes son ajenos a la fe cristiana, la significación puramente histórica de Jesús fue tal, que el hombre bien merece que se le celebre el nacimiento. Este puede ser también el significado de la navidad para los cristianos que ven en Jesús solo un maestro de moral, un ejemplo de hombre solidario y sensible a los pobres y postergados.

Pero dentro de las corrientes de fe que mantienen la continuidad con las creencias universalmente vigentes en el cristianismo hasta el siglo XVII, el acontecimiento es un portento de enorme profundidad y consecuencia. Pues ese nacimiento no es el de un hombre, sino el de Dios hecho hombre. Lo que conmemoramos es que el creador del universo fue capaz de hacerse creatura en el hombre Jesús, pues la identidad de Jesucristo no es solo la de un ser humano, sino la de Dios en persona. El Dios cristiano tiene una existencia trascendente y en esa concreción lo llamamos Padre; pero tiene también la capacidad de decirse a sí mismo, de salir de sí mismo para crear realidades carentes de condición divina y hacerse creatura sin dejar de ser divino, y en esa cualidad lo llamamos Hijo. Esta fiesta de la Navidad, en el nivel más profundo de su significado, es la revelación de dos cosas: la capacidad de Dios de comunicarse totalmente a sí mismo a lo que no es Dios y la capacidad de la creación, obra de Dios, de acoger en sí misma a Dios su creador sin perder por eso su condición de criatura.

' La Navidad celebra la identidad de Dios y la del hombre y su mutua comunión.

Mario Alberto Molina

El mundo material es compatible con Dios. No solo eso, la creación entera nos habla de Dios, pues en su consistencia o verdad, en su bondad y en su belleza refleja el ser de Dios. Por el contrario, las aspiraciones de plenitud y felicidad, de sentido y verdad, la búsqueda de la belleza y la bondad que surgen de la mente y del deseo humano son la apertura a Dios que solo encuentra satisfacción y plenitud en la comunión con Él. Esta fiesta de la Navidad es la celebración de la identidad de Dios, de la identidad del hombre y de su mutua comunión.

Las escenas tiernas y conmovedoras del niño que nace en un corral y duerme en un pesebre calentado por el aliento de una mula y un buey; las maravillas de ángeles que anuncian el nacimiento a unos pastores y el asombro de estrellas que guían a personajes exóticos hasta la casa donde está el niño son la superficie de un misterio más profundo.

El más elocuente y abismal de todos es el misterio de la Virgen Madre María. El misterio se refiere totalmente a la identidad de Jesús: él tiene madre humana, y por eso es hombre hijo de Adán como todos los demás; pero no tiene padre humano, porque su identidad tiene su origen en Dios. Es Hijo de Dios porque fue concebido por la acción del Espíritu Santo. No encontró posada donde nacer, porque de adulto será rechazado por aquellos a quienes vino a salvar. El corral del nacimiento anticipa al calvario de su muerte. Ángeles anuncian la buena nueva a pastores, porque quienes acogieron su enseñanza y creyeron en él fueron siempre aquellos que se despojaron de su autosuficiencia para abrirse a la trascendencia de Dios. Su nacimiento convocó a sabios de pueblos extranjeros al judaísmo, porque tras su muerte y resurrección, su evangelio fue recibido precisamente por esos pueblos del mundo que buscaban y deseaban a un Salvador. El Mesías judío fue Salvador universal. Por eso la Navidad es luz, porque celebramos que el mundo se ha impregnado de la luz de Dios.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.