Catalejo

La opinión política es útil para una nación confundida

Uno de los efectos es el hartazgo ciudadano ante tantas verdades a medias, en realidad mentiras.

La confusión equivale a desorden, turbación, mezcolanzas de ideas para evitar la comprensión. En la política, y no se diga politiquería, es el resultado de acciones e ideas malintencionadas, parciales, dirigidas a introducir el engaño en el pensamiento de la población. Uno de los efectos es el hartazgo ciudadano ante tantas verdades a medias, en realidad mentiras, porque su pensamiento está confundido. No sabe a quién creer ni cómo actuar. Entre las maneras de lograr cambios en esto se encuentra la divulgación de hechos, pero sobre todo de opiniones, las cuales ayudan a entender contextos. La situación política actual de Guatemala es un buen ejemplo: la gente está confundida.


En los últimos tiempos han aumentado las presentaciones de ciudadanos con un “podcast” al cual llevan a personas con pensamiento distinto. Y la importancia se afianza con la cantidad de oyentes / seguidores. Lo mismo ocurre con programas radiales similares y uno de sus beneficios consiste en la variedad de criterios de quienes exponen. También hay comentaristas exponentes de sus propias ideas e interpretaciones, sin invitados, y en ese caso casi siempre su fin es escucharse a sí mismos. La exposición de estos criterios constituye un apoyo, ya sea inconsciente o no comprendido así, pero real, para quienes ejercen el mando político. Esto es sobre todo claro al analizar a quienes critican negativamente, porque en realidad son enemigos dando consejos.


En el caso de las columnas de opinión, en especial las de temas políticos, no presentan el criterio de un grupo, sino el personal y subjetivo de alguien, basado en una o algunas partes de las verdades, pero no de la Verdad como algo inamovible, por ser un abstracto. Su principal importancia radica en su permanencia en el tiempo: quien tenga un ejemplar de donde se publicaron hace decenas de años, está viendo un texto directamente relacionado con valores. Como sea, toda expresión de un criterio contribuye a leer, ver o escuchar posiciones distintas. Los gobiernos, entonces, se benefician si tienen personal con criterio y experiencia para informar del pulso del interés nacional.

El ejercicio de la libre expresión de ideas no puede estar exento de responsabilidad, no solo social sino también individual.


El público receptor de todas estas formas de expresar criterios necesita ser informado de cómo deben ser estos para merecer ser leídos, vistos y escuchados. Van algunas: a) no hacerlo cuando son anónimos, o con nombres inventados de personas o entidades; b) aunque sean identificados, no aceptar el uso de lenguaje soez y vulgar, porque su uso comprueba la debilidad y/o la mentira de los argumentos; c) cuando mientan o insulten a personas particulares, no a funcionarios públicos, recordar el riesgo legal de ser llevadas a un tribunal de imprenta, cuya condena puede ser una multa, pero su reincidencia, motivo de cárcel; d) sospechar si en corto tiempo se reciben mensajes con ataques a determinada persona o funcionario, sobre todo si las palabras son las mismas.


Dentro de las realidades tecnológicas actuales es posible dar seguimiento a mensajes similares, lo cual es un grave riesgo de dictadura y de intolerancia en los gobiernos. Por eso, el ejercicio de la libre expresión de ideas no puede estar exento de responsabilidad, no solo social sino también individual. No ha nacido el gobierno, en ningún país, a cuyos integrantes les agraden las críticas y la exposición pública de actos corruptos. Una defensa es el ejercicio responsable de esta libertad, sin la cual sería imposible a los ciudadanos enterarse de las actitudes mafiosas de quienes llegan, porque el sistema electoral necesita cambios radicales y porque las instituciones del Estado se encuentran secuestradas.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.