LA BUENA NOTICIA

La pandemia, tiempo para despertar y escuchar

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La diócesis de Jutiapa, en un mensaje dirigido a las comunidades parroquiales, describe la pandemia como la oportunidad que tiene el pueblo para despertar y escuchar el grito de los pobres, de los más vulnerables, de las víctimas de la injusticia y de la Madre Tierra tan gravemente enferma. “En lo más recio de la tormenta provocada por el coronavirus quedamos a la deriva”, porque el gobierno central soltó su responsabilidad, aunque hoy el presidente lo niegue. Sin embargo, esto impulsa a las comunidades a emprender el camino de la unidad y solidaridad entre el pueblo, de la conversión y comunión eclesial y de la misión evangelizadora al estilo de Jesús, para llevar actitud de lucha, esperanza y fortaleza a todos, con la certeza de que Dios no abandona a nadie en la tribulación y en el empeño por una sociedad jutiapaneca diferente.

' Abren el país cuando los contagios aún no descienden irreversible y ostensiblemente.

Víctor Manuel Ruano

Denuncia que la población quedó sin protección eficiente del Estado, pues no se han atendido satisfactoriamente los requerimientos para dotar de insumos necesarios a los hospitales; otorgar al personal de Salud la adecuada protección; aún no se amplía satisfactoriamente el personal médico y de enfermería, ni el número de camas y equipo médico. “Se percibe un afán por responder a las exigencias de los sectores económicos más poderosos que la obligación de atender la salud del pueblo”. Muestra su preocupación por abrir el país cuando los contagios aún no descienden irreversible y ostensiblemente, por el cansancio de la población y la poca conciencia del peligro que enfrenta, todo porque la información no ha sido clara ni contundente, más bien ha generado confusión y desconfianza.

Esta falta de credibilidad se incrementa al no saber cuántos enfermos activos, recuperados y fallecidos hay en cada municipio; tampoco perciben un plan para atender la emergencia y la capacidad para ejecutar el presupuesto millonario asignado; las pruebas son insuficientes, sin amplia cobertura, y los resultados no llegan con la prontitud que se necesita. Considera que por el momento “es irresponsable abrir los templos para las celebraciones litúrgicas”, porque les interesa la vida y la salud de la gente. Plantean la necesidad de una economía al servicio de la persona y la comunidad y no del lucro.

Tanto el obispo Antonio Calderón Cruz como los presbíteros y las religiosas se sienten interpelados en este tiempo, que les exige “imaginación y creatividad”, para salir del cómodo criterio “del siempre se ha hecho así”. Deben ser misioneros al estilo de Jesús, metidos entre la gente, sintonizando con sus “gozos y esperanzas, tristezas y angustias”, para la edificación de una Iglesia en salida samaritana que cura las heridas de todos los que quedan tirados en la orilla de los caminos por los sistemas corruptos que nos rigen. Están llamados a ser transmisores de una fe adulta, entendida como confianza en Dios; animadores de una esperanza activa en medio del dolor y la tragedia; y testigos de un amor solidario capaz de superar las barreras de la indiferencia y la discriminación.

Reconoce que ha llegado la hora de fortalecer la experiencia eclesial desde la familia y la pequeña comunidad, que es “célula inicial de estructuración eclesial y foco de fe y evangelización”. Desde esta opción partirán en el proceso de desescalada, no solo a una “nueva normalidad”, sino a una “normalidad diferente” en lo social y eclesial, para descubrir y potenciar nuevos liderazgos para los nuevos tiempos. Invita a estar pendientes del curso de la pandemia y pide asumir con responsabilidad este momento difícil y de alto riesgo; lanza sus primeras iniciativas pastorales: La Familia y la Pequeña Comunidad como eje central de su acompañamiento pastoral; la Eucaristía del Domingo por radio, TV y medios digitales; ofrecerán subsidios pastorales para mantener vivo el ardor misionero y el servicio a la sociedad.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.